domingo, 25 de julio de 2010

Lección 5 Para el 31 de julio de 2010: La justificación y la ley


Sábado 24 de julio

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 15:6; 2 Samuel 11, 12; Romanos 3:20-23, 31; 4:1-17; Gálatas 3:19; 1 Juan 3:4.

PARA MEMORIZAR:
“¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (Rom. 3:31).

ROMANOS 4 llega al fundamento de la doctrina de la salvación por la fe sola. Al usar a Abraham –modelo de santidad y virtud– como un ejemplo de alguien que necesitó ser salvado por gracia, sin las obras de la ley, Pablo no dejó lugar para entenderlo mal. Si las buenas obras y observancia de la ley no eran suficientes para justificarlo ante Dios, ¿qué esperanza tienen los demás? Si tuvo que ser por gracia para Abraham, tiene que ser lo mismo con todos, judíos y gentiles.

En Romanos 4, Pablo revela tres etapas en la salvación: 1) la promesa de bendición divina (promesa de la gracia); 2) la respuesta humana a esa promesa (respuesta de fe); y 3) la declaración de justicia acreditada a los que creen (justificación). Así fue con Abraham, y así es con nosotros.

Recordemos que, para Pablo, la salvación es por gracia; se nos da, sin ser merecedores. Sería una deuda si la mereciéramos, y si es deuda no sería un don. Y como somos caídos, la salvación debe ser un don.

Para mostrar que la salvación es por la fe sola, Pablo cita Génesis 15:6: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Aquí está la justificación por la fe al comienzo de la Biblia.

Domingo 25 de julio: LA LEY ESTABLECIDA


Lee Romanos 3:31. ¿Qué enfatiza Pablo aquí? ¿Por qué eso es importante para nosotros como adventistas?

Aquí Pablo afirma enfáticamente que la fe no anula la ley de Dios. Aun los que guardaron las leyes en el Antiguo Testamento nunca se salvaron por ellas. La religión del Antiguo Testamento, y la del Nuevo, siempre fue por la gracia de Dios dada a los pecadores por la fe.


Lee Romanos 4:1 al 8. ¿Cómo nos muestra esto que, aun en el Antiguo Testamento, la salvación era por fe y no por las obras de la ley?

Leemos en el Antiguo Testamento que Abraham fue contado como justo porque “creyó a Dios”. O sea, el Antiguo Testamento mismo enseña la justificación por la fe. Por ello, decir que la fe “anula” (en griego katargéo, “vuelve inútil”, “invalida”) la ley es falso: la salvación por la fe es una parte integral del Antiguo Testamento. En todo el Antiguo Testamento se enseña la gracia. Por ejemplo, el ritual del Santuario era una representación de cómo se salvaban los pecadores, no por sus propias obras, sino por la muerte de un sustituto en lugar de ellos.

Además, ¿cómo se puede explicar que David fue perdonado después de su sórdida aventura con Betsabé? Ciertamente no fue el guardar la ley lo que lo salvó, porque él violó varios principios de la ley que lo condenaban por numerosas faltas. Si David iba a ser salvado por la ley, entonces no hubiera sido salvo de ningún modo.

Pablo presenta la restauración de David al favor divino como un ejemplo de justificación por fe. El perdón fue un acto de la gracia de Dios. Este es otro ejemplo del Antiguo Testamento de justificación por fe. Aunque muchos llegaron a ser legalistas en el antiguo Israel, la religión judía siempre fue una religión de gracia. El legalismo era una perversión de ella, no su fundamento.


Medita en la caída y la restauración de David (2 Sam. 11, 12; Sal. 51). ¿Qué esperanza puedes obtener de esa triste historia? ¿Qué lección nos da sobre cómo deberíamos tratar en la iglesia a los que han caído?

Lunes 26 de julio: GRACIA O DEUDA

El problema que Pablo trata aquí es más que solo teología. Llega al corazón de la salvación y de nuestra relación con Dios. Si uno cree que debe ganar la aceptación, y alcanzar cierta norma de santidad antes de ser justificado y perdonado, entonces sería natural mirar hacia su interior, y considerarse a uno mismo y sus acciones. La religión se centraría totalmente en uno mismo, que es lo último que necesitamos.

En contraste, si uno acepta la gran noticia de que la justificación es un don de Dios, del todo inmerecido, ¡cuánto más fácil y natural es que nos concentremos en el amor de Dios y su misericordia en vez de centrarnos en el yo!

Y al fin, ¿quién reflejará mejor el amor y el carácter de Dios: el que está absorbido en sí mismo o el que está centrado en Dios?

Lee Romanos 4:6 al 8. ¿De qué manera amplía Pablo el tema de la justificación por fe?

“El pecador debe ir a Cristo con fe, aferrarse de sus méritos, poner sus pecados sobre Aquel que los lleva y recibir su perdón. Debido a esto vino Cristo al mundo. Así se imputa la justicia de Cristo al pecador arrepentido que cree. Llega a ser miembro de la familia real, hijo del Rey celestial, heredero de Dios y coheredero con Cristo” (MS 1:252).

A continuación, Pablo explica que la salvación por fe no era solo para los judíos, sino también para los gentiles (Rom. 4:9-12). En realidad, Abraham no era judío; vino de antepasados paganos (Jos. 24:2). La distinción gentiles-judíos no existía en ese tiempo. Cuando Abraham fue justificado (Gén. 15:6) no era circuncidado. Así, Abraham llegó a ser el padre de los incircuncisos y de los circuncisos, así como un gran ejemplo que Pablo usó para enfatizar la universalidad de la salvación. La muerte de Cristo fue para todos, sin tomar en cuenta su raza o nacionalidad (Heb. 2:9).

Considerando la universalidad de la Cruz y lo que la Cruz nos cuenta acerca del valor de cada ser humano, ¿por qué el prejuicio racial, étnico o nacional es tan horrible? ¿Cómo podemos reconocer la existencia del prejuicio en nosotros mismos y, por medio de la gracia de Dios, eliminarlo de nuestras mentes?

Martes 27 de julio: LA PROMESA Y LA LEY

“Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe” (Rom. 4:13).

En este versículo se contrastan “promesa” y “ley”. Pablo procura establecer una base en el Antiguo Testamento para su enseñanza de la justificación por la fe. Encuentra un ejemplo en Abraham, a quien los judíos aceptaban como su antecesor. La aceptación o justificación había venido a Abraham separada de la ley. Dios prometió a Abraham que sería “heredero del mundo”. Abraham creyó esta promesa; es decir, aceptó lo que ello implicaba. Como resultado, Dios lo aceptó y actuó por medio de él para salvar al mundo. Esto es un buen ejemplo de cómo la gracia actuó en el Antiguo Testamento, y sin duda por eso Pablo lo usó.

Lee Romanos 4:14 al 17. ¿Cómo muestra Pablo aquí que la salvación por la fe era central en el Antiguo Testamento? Ver también Gálatas 3:7 al 9.

Es importante recordar, como dijimos al comienzo, a quiénes les escribe Pablo. Estos creyentes judíos estaban sumergidos en la ley del Antiguo Testamento, y muchos creían que su salvación descansaba en cuán bien guardaban la ley, aun cuando eso no era lo que enseñaba el Antiguo Testamento.

Al procurar corregir esta idea errada, Pablo alega que Abraham, aun antes de que la ley fuera dada en el Sinaí, recibió la promesa, no por obras de la ley (lo que era difícil, ya que la ley –la Torah y el sistema ceremonial– todavía no existía) sino por fe.

Si Pablo aquí se refería solo a la ley moral, que existía aun antes del Sinaí, el punto es el mismo. ¡Tal vez aún más! Procurar recibir las promesas de Dios por medio de la ley, dijo él, hace que la fe quede anulada hasta ser inútil. Esas son palabras duras, pero su punto es que la fe salva y la ley condena. Está tratando de enseñar que buscar la salvación exactamente a través de aquello que conduce a la condenación es en vano porque todos, judíos y gentiles, hemos violado la ley y, por lo tanto, todos necesitamos lo mismo que Abraham: la justicia salvadora de Jesús acreditada a nosotros por la fe.

Miércoles 28 de julio: LA LEY Y LA FE

Como vimos ayer, Pablo mostró que el trato de Dios con Abraham demostraba que la salvación había venido por medio de la promesa de gracia y no por medio de la fe. Por lo tanto, si los judíos deseaban ser salvos, tendrían que abandonar la confianza en sus obras para ser salvos y aceptar la promesa hecha a Abraham, cumplida ahora con la venida del Mesías. Es lo mismo para todos los que piensan que sus “buenas” obras son todo lo que hace falta para ser justos ante Dios, ya sean judíos o gentiles.

“El principio de que el hombre puede salvarse por sus obras, fundamento de toda religión pagana, ahora había llegado a ser el principio de la religión judía. Satanás lo había implantado; y doquiera se lo adopte, los hombres no tienen defensa contra el pecado” (DTG 26). ¿Qué significa esto? ¿Por qué esta idea de que podemos salvarnos mediante nuestras obras nos deja abiertos al pecado?

¿De qué modo Pablo explica la relación entre la ley y la fe en Gálatas? Gál. 3:21-23.

Si hubiera habido una ley que pudiera impartir vida, ciertamente habría sido la ley de Dios. Y, no obstante, Pablo dice que ninguna ley, ni siquiera la de Dios, puede dar vida, porque todos han violado esa ley, y así todos son condenados por ella.

Pero la promesa de fe, más plenamente revelada por medio de Cristo, libera de estar “bajo la ley” a todos los que creen; es decir, los libra de ser condenados y abrumados por tratar de ganar la salvación por medio de ella. La ley llega a ser una carga cuando es presentada sin fe, sin gracia: porque sin fe, sin gracia, sin la justicia que viene por la fe, estar bajo la ley significa estar bajo la carga y la condenación del pecado.

¿Cuán central es la justificación por la fe en tu caminar con Dios? O sea, ¿cómo puedes asegurarte de que no queda borrosa por otros aspectos de la verdad hasta el punto en que pierdes de vista esta enseñanza vital? Después de todo, ¿cuán buenas son esas otras enseñanzas sin ésta?

Jueves 29 de julio: LA LEY Y EL PECADO

Hay quienes dicen que en el Nuevo Pacto la ley ha sido abolida y citan textos para demostrarlo. La lógica de esa afirmación no es sólida, ni lo es su teología.

Lee 1 Juan 2:3 al 6; 3:4; y Romanos 3:20. ¿Qué dicen estos textos acerca de la relación entre la ley y el pecado?

Hace algunos siglos, Jonathan Swift escribió: “Pero ¿dirá algún hombre que si las palabras beber, mentir y robar fueran eliminadas del idioma inglés y los diccionarios, por un decreto del Parlamento, nos despertaríamos a la mañana siguiente sobrios, honestos, justos y amantes de la verdad? ¿Sería esto una consecuencia razonable?” (Jonathan Swift, A Modest Proposal, p. 205).

Del mismo modo, si la ley de Dios ha sido abolida, ¿por qué todavía es pecado mentir, asesinar y robar? Si la ley de Dios se cambió, también debería cambiar la definición de pecado. Si se elimina la ley de Dios, entonces los pecados deberían ser eliminados; pero ¿quién puede creer esto? (Ver 1 Juan 1:7-10; Sant. 1:14, 15).

La ley muestra qué es el pecado. El evangelio señala el remedio para ese pecado: la muerte y resurrección de Jesús. Si no hay ley, no hay pecado; entonces, ¿de qué somos salvos? El evangelio solamente tiene sentido en el contexto de la ley y de su permanente validez.

Algunos dicen que la cruz anuló la ley. Eso es irónico, porque la cruz muestra que la ley no puede ser cambiada. Si Dios no cambió la ley antes de que Cristo muriera, ¿por qué lo haría después? ¿Por qué no eliminó la ley en cuanto la humanidad pecó, para ahorrarle el castigo que trae la violación de la ley? Así Jesús no hubiera tenido que morir. La muerte de Cristo muestra que si la ley se hubiera podido cambiar, debería haberse hecho antes de la cruz. Nada muestra más la permanente validez de la ley que la muerte de Jesús, que ocurrió porque la ley no podía cambiarse. Si se la hubiese podido cambiar, ¿no habría sido esa una mejor solución al problema del pecado?

Si no hubiera ninguna ley divina contra el adulterio, ¿causaría ese acto menos dolor y heridas a las víctimas que lo sufren? ¿Cómo nos ayuda esto a comprender por qué la ley de Dios todavía está en vigencia? ¿Cuál ha sido tu experiencia con las consecuencias de violar la ley de Dios?

Viernes 30 de julio

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee “Cristo el centro del mensaje”, Mensajes selectos, t. 1, 454, 455; “El llamado de Abraham” y “La ley y los dos pactos”, Patriarcas y profetas, pp. 117-120; 378-380; “El Sermón del Monte”, “Controversias” y “Consumado es”, El Deseado de todas las gentes, pp. 272-275; 560, 561; 710-712).

“En aquella época de castas [...] Pablo presentó la gran verdad de la fraternidad humana, declarando que Dios ‘de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra’. A la vista de Dios, todos son iguales” (HAp 196).

“A fin de que el hombre fuera salvado y se mantuviera el honor de la ley, fue necesario que el Hijo de Dios se ofreciera a sí mismo como sacrificio por los pecados. El que no conoció pecado se hizo pecado por nosotros. [...] Su muerte muestra el admirable amor de Dios por el hombre y la inmutabilidad de su ley” (MS 1:282).

“La justicia es obediencia a la ley. La ley demanda justicia y, ante la ley, el pecador debe ser justo. Pero es incapaz de serlo. La única forma en que puede obtener la justicia es mediante la fe. Por fe puede presentar a Dios los méritos de Cristo, y el Señor coloca la obediencia de su Hijo en la cuenta del pecador” (MS 1:430).

“Si Satanás puede tener éxito en conducir a los hombres a valorar sus propias obras como obras de mérito y justicia, sabe que puede vencerlo con sus tentaciones. [...] Pinta los postes de tu puerta con la sangre del cordero del Calvario, y estarás seguro” (Elena G. de White, R&H, 3 de
septiembre de 1889).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. ¿Por qué es tan importante comprender la salvación por la fe sola, sin las obras de la ley? ¿De qué errores puede protegernos ese conocimiento? ¿Qué peligros afrontan quienes pierden de vista esta enseñanza bíblica?

2. ¿Qué razones puedes dar para aceptar la validez de la ley de Dios, aun cuando sabemos que su obediencia no nos salva?

3. Por causa de la cruz todos los hombres somos iguales. ¿Por qué hay cristianos que olvidan esta verdad importante y son culpables de prejuicios raciales, étnicos o nacionales?

4. Como pecadores justificados, hemos recibido la gracia y el favor inmerecido de Dios, aunque hemos pecado contra él. ¿Cómo debería esto impactar sobre cómo tratamos a otros? ¿Cuánta gracia y favor tenemos hacia quienes nos han dañado, y no merecen nuestra gracia y favor?

domingo, 18 de julio de 2010

Lección 4 Para el 24 de julio de 2010: Justificados por la fe


Sábado 17 de julio

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 3:19-28.

PARA MEMORIZAR:
“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Rom. 3:28).

LLEGAMOS AHORA al tema básico de Romanos: la justificación por la fe. El transgresor llega ante el juez y es condenado a muerte por sus transgresiones. Pero un sustituto toma los crímenes de él sobre sí, dejándolo sin culpa y –por aceptar al sustituto– el juez no solo lo libera, sino lo considera como inocente del crimen que lo llevó a la corte. Es que el sustituto –que tiene un registro perfecto– ofrece al criminal perdonado su propia observancia perfecta de la ley. Así, el culpable queda como si nunca hubiera transgredido la ley.

Nadie dice que la persona era inocente. Al contrario, es claramente culpable. La buena noticia es que, a pesar de su culpa, es perdonada.

Cada uno de nosotros es el criminal. Jesús, el sustituto, tiene un registro perfecto y toma nuestro lugar en la corte; le aceptan su justicia en lugar de nuestra injusticia. Por eso somos justificados ante Dios; no por nuestras obras, sino por causa de Jesús, cuya justicia llega a ser nuestra al aceptarla “por fe”. De aquí el término “justificación por fe”. No importa el pasado: cuando aceptamos a Jesús, estamos delante de Dios en la justicia de él, la única que puede salvarnos.

¡Esas sí que son buenas noticias! No pueden ser mejores.

Domingo 18 de julio: LAS OBRAS DE LA LEY


Lee Romanos 3:19 y 20. ¿Qué está diciendo Pablo aquí acerca de la ley, lo que hace, y lo que no hace o no puede hacer? ¿Por qué es tan importante que comprendamos este punto?

Pablo está usando el término ley en su sentido amplio, como lo entendían los judíos de su tiempo. Con el término torah (la palabra hebrea para “ley”), un judío aun hoy piensa específicamente en las instrucciones que Dios dio en los primeros cinco libros de Moisés, pero también, en forma más general, en todo el Antiguo Testamento. La ley moral, la amplificación de ésta en los estatutos y juicios, así como los preceptos ceremoniales, era una parte de esta instrucción. Por causa de esto, podemos pensar aquí que la ley era todo el sistema judaico.

Estar bajo la ley significa estar bajo su jurisdicción. La ley revela las faltas de una persona y su culpa ante Dios. Sin embargo, la ley no puede eliminar dicha culpa; lo que puede hacer es conducir al pecador a buscar un remedio para ella.

Al aplicar el libro de Romanos a nuestros días, pensamos en la ley específicamente en términos de la ley moral. Esta ley no puede salvarnos más de lo que podía salvar el sistema del judaísmo a los judíos. Salvar a un pecador no es la función de la ley moral. Su función es revelar el carácter de Dios y mostrar a la gente dónde falla en reflejar ese carácter.

Cualquiera que fuera la ley –moral, ceremonial, civil o todas combinadas–, el guardar alguna de ellas o todas no hacía que un hombre fuera justo a la vista de Dios. De hecho, la ley nunca tuvo la intención de hacer eso. Por el contrario, la ley señala nuestras fallas y nos conduce a Cristo.

La ley no puede salvarnos, así como los síntomas de una enfermedad no pueden curarla. Los síntomas no curan: señalan la necesidad de una cura. Así funciona la ley.


¿Cuánto éxito has tenido en tus esfuerzos por guardar la ley? ¿Qué debe decirte esa respuesta acerca de la inutilidad de tratar de ser salvo por guardar la ley?

Lunes 19 de julio: FE Y JUSTICIA

“Ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas” (Rom. 3:21). ¿Cómo debemos entender lo que significa este texto?

Esa nueva justicia contrasta con la justicia de la ley, que era la justicia con la cual los judíos estaban familiarizados. La nueva justicia es llamada “la justicia de Dios”; es decir, una justicia que viene de Dios, una justicia que Dios provee y la única que él acepta como la verdadera justicia.

Esta es, por supuesto, la justicia que Jesús produjo en su vida mientras estuvo en carne humana, una justicia que él ofrece a todos los que la acepten por fe, que la reclamen como de ellos, no porque la merezcan, sino porque la necesitan.


“La justicia es la obediencia a la ley. La ley demanda justicia y, ante la ley, el pecador debe ser justo. Pero es incapaz de serlo. La única forma en que puede obtener la justicia es mediante la fe. Por fe puede presentar a Dios los méritos de Cristo, y el Señor coloca la obediencia de su Hijo en la cuenta del pecador. La justicia de Cristo es aceptada en lugar del fracaso del hombre, y Dios recibe, perdona y justifica al alma creyente y arrepentida, la trata como si fuera justa, y la ama como ama a su Hijo” (MS 1:430). ¿De qué modo puedes aprender a aceptar esta maravillosa verdad para ti mismo? (Ver también Rom. 3:22.)

Aquí se habla de la fe en Jesucristo. Al actuar en la vida cristiana, la fe es mucho más que un asentimiento intelectual; es más que solo un reconocimiento de ciertos hechos acerca de la vida de Cristo y de su muerte.

En cambio, la verdadera fe en Jesucristo es aceptarlo como Salvador, Sustituto, Garante, y Señor. Es elegir su forma de vida. Es confiar en él y procurar, por fe, vivir de acuerdo con sus mandamientos.

Martes 20 de julio: GRACIA Y JUSTIFICACIÓN

Recordando lo que hemos estudiado acerca de la ley y lo que la ley no puede hacer, lee Romanos 3:24. ¿Qué dice Pablo aquí? ¿Qué significa que la redención es en Jesús?

¿Qué es “justificar”? La palabra griega dikaióo, traducida como “justificar”, puede significar “hacer justo”, “declarar justo”, o “considerar justo”. La palabra es derivada de dikaiosúne, “justicia”, y la palabra dikaíoma, “requerimiento justo”. Por eso, hay una conexión estrecha entre “justificación” y “justicia”, conexión que no siempre se observa en las diversas traducciones.

Somos justificados cuando somos “declarados justos” por Dios. Antes de esta justificación, una persona es injusta y no aceptable para Dios; después de la justificación, ella es considerada justa y, por eso, aceptable para Dios.

Y esto es solo por la gracia de Dios. Gracia significa favor. Cuando un pecador busca a Dios por salvación, es un acto de gracia declarar que esa persona es justa. Es un favor inmerecido, y el creyente es justificado sin ningún mérito propio, sin ningún alegato para presentar a Dios en su favor, excepto su total impotencia. La persona es justificada por medio de la redención que es en Cristo Jesús, y que él ofrece como sustituto y garantía del pecador.

La justificación se presenta en Romanos como un acto puntual; es decir, sucede en un punto en el tiempo. En un momento el pecador está afuera, injusto, no aceptado; al momento siguiente, después de la justificación, la persona está adentro, aceptada, justa.

La persona que está en Cristo considera la justificación como un acto pasado, que sucedió cuando él se entregó plenamente a Cristo. “Siendo justificados” (Rom. 5:1) es, literalmente “habiendo sido justificados”.

Por supuesto, si el pecador justificado llega a apartarse, y luego regresa a Cristo, la justificación ocurrirá nuevamente. Además, si la reconversión se considera una experiencia diaria, en un sentido la justificación podría considerarse una experiencia repetida.

Siendo que la buena noticia de la salvación es tan buena, ¿qué impide que la gente la acepte? En tu propia vida, ¿qué clase de cosas te retienen de todo lo que él te promete y te ofrece?

Miércoles 21 de julio: “SU JUSTICIA”

En Romanos 3:25, Pablo continúa dando la gran noticia de la salvación. Él usa una palabra especial, “propiciación”. En griego es hilastérion, que aparece en el Nuevo Testamento solo aquí y en Hebreos 9:5, donde se la ha traducido como “propiciatorio”. En Romanos 3:25, al describir la ofrenda de la justificación y la redención por medio de Cristo, la propiciación representa el cumplimiento de lo que simbolizaba el propiciatorio (la tapa del Arca del Pacto) en el Santuario del Antiguo Testamento. Esto significa que, por su muerte como sacrificio, Jesús es presentado como el medio de salvación y representa a Aquel que provee la propiciación. Dios hizo lo que había que hacer para salvarnos.

El texto también dice “haber pasado por alto” los pecados pasados. Nuestros pecados nos hacen inaceptables para Dios. No podemos hacer nada por nosotros mismos para cancelar nuestros pecados. Pero Dios ha provisto una manera para que los pecados puedan ser perdonados: por la fe en la sangre de Cristo.

El griego usa la palabra parésis, es decir “pasar por alto”. Esto no es ignorar los pecados. Dios puede pasar por alto los pecados pasados porque Cristo pagó la penalidad por los pecados de todos los hombres. Por eso, todo el que tiene “fe en su sangre” recibe el perdón de sus pecados, porque Cristo ya murió por ellos (1 Cor. 15:3).

Lee Romanos 3:26 y 27. ¿Qué destaca Pablo aquí?

La buena noticia es que los hombres disponen de “su justicia [la de Dios]”, que nos llega, no por obras ni por méritos, sino por la fe en Jesús y lo que él hizo por nosotros.

Por la cruz del Calvario, Dios puede declarar justos a los pecadores, y todavía ser justo ante el universo. Satanás no puede acusar a Dios, porque el Cielo hizo el sacrificio supremo. Satanás acusaba a Dios por pedir de los hombres más de lo que él estaba dispuesto a dar. La Cruz refuta esta acusación.

Satanás esperaba que Dios destruyera al mundo después de que entró el pecado; en cambio, Dios envió a Jesús para salvarlo. ¿Qué nos dice esto acerca del carácter de Dios? ¿Cómo nuestro conocimiento de su carácter impacta la forma en que vivimos? ¿Qué harás en forma diferente en el futuro como resultado de saber cómo es Dios?

Jueves 22 de julio: FE Y OBRAS

“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Rom. 3:28). ¿Significa que no se requiere que obedezcamos la ley, aun si ella no nos salva? Explica tu respuesta.

En el contexto histórico, Pablo hablaba en Romanos 3:28 de la ley en su sentido amplio: el sistema judaico. No importa cuán a conciencia un judío tratara de vivir bajo ese sistema, si no aceptaba a Jesús como el Mesías, no sería justificado.

Pablo afirma que la ley de la fe excluye la jactancia (Rom. 3:27). Si un hombre fuera justificado por sus propios actos, podría jactarse de ello. Pero como es justificado por fe en Jesús, es claro que el crédito pertenece a Dios, quien justifica al pecador.

“¿Qué es la justificación por la fe?” Elena de White responde: “Es la obra de Dios que abate en el polvo la gloria del hombre, y hace por el hombre lo que éste no puede hacer por sí mismo” (TM 456).

Las obras de la ley no pueden expiar los pecados. La justificación no puede ser ganada. Se recibe solo por fe en el sacrificio expiatorio de Cristo. Por lo tanto, las obras de la ley no tienen nada que hacer con la justificación. Ser justificado sin obras significa ser justificado sin que tengamos nada que merezca la justificación.

Pero muchos cristianos han entendido y aplicado mal este texto. Dicen que todo lo que uno tiene que hacer es creer, y minimizan las obras o la obediencia a la ley moral. En esto entienden muy mal a Pablo. En Romanos, y en otras partes, Pablo asigna gran importancia a la observancia de la ley moral. Jesús, Santiago y Juan también lo hicieron (Mat. 19:17; Rom. 2:13; Sant. 2:10, 11; Apoc. 14:12). Pablo destaca que, aunque la obediencia a la ley no es el medio para justificarnos, quien es justificado por fe guarda la ley de Dios y, de hecho, es el único que puede guardar la ley. Una persona que no ha sido justificada nunca puede cumplir los requerimientos de la ley.


¿Por qué es tan fácil pensar que, por cuanto la ley no nos salva, no necesitamos guardarla? ¿Has racionalizado alguna vez el pecado al pedir la justificación por la fe? ¿Por qué esa es una posición muy peligrosa? ¿Dónde estaríamos sin la promesa de la salvación, aun cuando estemos tentados a abusar de ella?

Viernes 23 de julio

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee “La justicia de Cristo en la ley”, “Venid y buscad y encontrad” y “La perfecta obediencia mediante Cristo”, Mensajes selectos, t. 1, pp. 278-282; 389-393; 438, 439; y “Dónde hallar la verdad”, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 98, 99.

“El carácter de Cristo toma el lugar del tuyo, y eres aceptado por Dios como si no hubieras pecado” (CC 62).

“La gracia es un favor inmerecido. Los ángeles, que no saben nada del pecado, no comprenden qué significa que se les extienda la gracia, pero nuestra pecaminosidad demanda la dádiva de la gracia de un Dios misericordioso” (MS 1:389, 390).

“La fe es la condición por la cual Dios ha visto conveniente prometer perdón a los pecadores. No es que haya virtud alguna en la fe, que haga merecer la salvación, sino que la fe, aferrándose a los méritos de Cristo, proporciona el remedio para el pecado. La fe puede presentar la perfecta obediencia de Cristo en lugar de la transgresión y apostasía del pecador. Cuando el pecador cree que Cristo es su Salvador personal, entonces, de acuerdo con la promesa infalible de Jesús, Dios le perdona su pecado y lo justifica gratuitamente. El alma arrepentida comprende que su justificación viene de Cristo que, como sustituto y garantía, ha muerto por ella, y es su expiación y justificación” (MS 1:430).

“Aunque la ley no puede remitir el castigo del pecado, sino cargar al pecador con toda su deuda, Cristo ha prometido perdón abundante a todos los que se arrepienten y creen en su misericordia. El amor de Dios se extiende en abundancia hacia el alma arrepentida y creyente. El sello del pecado en el alma puede ser raído solamente por la sangre del Sacrificio expiatorio. [...] La obra de Cristo, su vida, humillación, muerte e intercesión por el hombre perdido magnifican la ley y la hacen honorable” (MS 1:435, 436).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. Lee otra vez los textos estudiados y escribe un párrafo resumiendo lo que dicen. Compartan los párrafos escritos por cada uno.

2. Piensa lo que costó salvarnos: la muerte del Hijo de Dios. ¿Qué nos dice esto acerca de cuán malo es el pecado? Si dejáramos de pecar y nunca más lo hiciéramos, ¿por qué esto no sería suficiente para hacernos justos delante de Dios? ¿Cómo esto nos motiva para resistir la tentación
a pecar?

3. ¿De qué forma es posible abusar de esta buena noticia de la justificación por la fe sola? ¿En qué trampa cae quien comete un abuso tal?

viernes, 16 de julio de 2010

PRINCIPIOS BÁSICOS PARA ESTE BLOG...

Noto en el blog, desde hace ya algunos días, un palpable aumento de comentarios que producen la impresión de que, en lugar de construir, parece que consideran más importante destruir, desautorizar, agredir a alguien. Unas veces, a mí; en otros casos, a los demás visitantes del blog. No sé si esto se viene produciendo por mera coincidencia o, si más bien, responde a otro motivos. No lo sé. Ni me interesa. Ni me preocupa. Ahora escribo esta entrada para decir tres cosas:


1. Que todo el que entre en este blog, para escribir algún comentario, se sienta completamente libre para expresar sus puntos de vista, sus opiniones, sus propuestas, etc.


2. Que eso se haga siempre con suma delicadeza y respeto, sin descalificar a nadie, sin decir nada que pueda resultar lesivo para alguien, con sumo respeto a todos y con anchura de corazón para ser tolerante con quienes ven las cosas y piensan de manera distinta a como cada cual piensa.


3. Que si alguien entra en este blog con la pretensión (oculta o disimulada) de "reventar" lo que aquí se propone o se dice; o si entra con la intención de "desprestigiar" el blog o de "aburrir" a quienes aquí expresamos tranquilamente y con libertad nuestras ideas y nuestros deseos, sepa desde ahora que pierde el tiempo.


Lo advierto ya. Este blog tiene una línea de pensamiento abiertamente progresista. Pretende ser un espacio en el que todos quepan, liberales y conservadores, pero si lo hacen con respeto y sin acusar de nada a nadie, por más que se crean voceros autorizados de Dios. Y no la voy a modificar por lo que digan o dejen de decir determinados visitantes. Expresiones y calificativos como los que se han vertido estos últimos días sólo retratan a quien los vierte. Por supuesto, quienes estén en desacuerdo con lo que aquí se dice, están en su derecho de disentir (siempre respetuosamente) o sencillamente de irse a otro blog o de abrir cada cual el suyo. Pero, insisto, lo que no van a conseguir es aburrirme u obligarme a pensar y balar de otra manera.


Una vez dicho esto, pido sumo respeto a todos. Si advierto que esto genera polémica, me sentiré en la libertad de ningunear aquellos comentarios que provoquen enfrentamientos. No significará esto que los borre, porque necesitamos todos que este blog sea un espacio de libertad, pero me sentiré justificado para hacer como si no se hubieran escrito, sin la obligación de rebatirlos, y con la libertad de ni siquiera comentarlos. Y animaré a los demás a hacer lo mismo.


Como escribió el gran teólogo Hans Urs von Balthasar, "Sólo el amor es digno de crédito"...

lunes, 12 de julio de 2010

Lección 3 Para el 17 de julio de 2010: Todos hemos pecado



Sábado 10 de julio

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 1:16, 17, 22-32; 2:1-10, 17-23; 3:1, 2, 10-18, 23.

PARA MEMORIZAR: “...todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23).

SI UNA PERSONA NO RECONOCE que es pecadora, no sentirá ninguna necesidad de justificación (la declaración de Dios de que un pecador es justo delante de sus ojos). Para Pablo, el primer paso en la justificación es que la persona reconozca que es pecadora, y está sin esperanza y desvalida. Al plantear esto, Pablo presenta primero la gran depravación de los gentiles. Ellos cayeron por eliminar a Dios de sus mentes. Pablo luego muestra que los judíos también están mal, ya que ninguno puede salvarse por sus buenas obras.

Elena de White dice: “Nadie adopte la posición limitada y estrecha de que algunas de las obras del hombre pueden ayudar en lo más ínfimo a liquidar la deuda de su transgresión. Este es un engaño fatal. Si deseáis entender esto, debéis [...] estudiar la expiación con corazón humilde.


“Este tema se comprende en forma tan confusa que miles y más miles que pretenden ser hijos de Dios son hijos del maligno, porque quieren depender de sus propias obras. Dios siempre demanda buenas obras, la ley las demanda; pero como el hombre entró en pecado, donde sus obras no tenían valor, solo puede valer la justicia de Cristo” (“Comentarios de Elena G. de White”, CBA 6:1.071).

Domingo 11 de julio: NO AVERGONZADO DEL EVANGELIO

“Porque no me avergu
̈enzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Rom. 1:16, 17). ¿Qué te dicen estos versículos? ¿Cómo has experimentado las promesas y la esperanza que se encuentran en ellos?

En este pasaje aparecen varias palabras clave:


1. Evangelio. Es la traducción de una palabra griega que significa literalmente “buen mensaje” o “buenas noticias”. Por sí sola, la palabra puede referirse a cualquier buen mensaje; pero modificada, como lo está aquí, por la frase “de Cristo”, significa “la buena noticia acerca del Mesías”. (Cristo es la transliteración de la palabra griega que significa “Mesías”).

La buena noticia es que el Mesías vino y los hombres pueden salvarse si creen en él. En Jesús y en su perfecta justicia –y no en nosotros mismos o siquiera en la ley de Dios– podemos encontrar salvación.

2. Justicia. Se refiere a la cualidad de ser “justos” para con Dios. En Romanos se desarrolla un significado especializado de esta palabra, que veremos más adelante. Debería señalarse que en Romanos 1:17 la palabra está calificada por la frase “de Dios”. Es la justicia que viene de Dios, una justicia que Dios mismo ha provisto. Como veremos, esta es la única justicia suficientemente buena para traernos la promesa de la vida eterna.

3. Fe. En griego, las palabras traducidas como creer y fe en este pasaje son las formas verbal y sustantiva de la misma palabra: pistéuo (creer), pístis (creencia o fe). El significado de la fe en relación con la salvación se desarrollará a medida que avancemos en el estudio de Romanos.

¿Luchas alguna vez con la duda? ¿Tienes momentos en que cuestionas si eres salvo o aun si puedes ser salvo? ¿De dónde te vienen estos temores? ¿En qué se basan? ¿Podrían estar basados en la realidad? Es decir, ¿podrías estar viviendo un estilo de vida que niegue tu profesión de fe? Si es así, ¿qué elecciones tienes que hacer a fin de tener la certeza y las promesas que son tuyas en Jesús?

Lunes 12 de julio: LA CONDICIÓN HUMANA

Lee Romanos 3:23. ¿Por qué este mensaje es tan fácil de creer hoy para nosotros como cristianos? Al mismo tiempo, ¿por qué algunas personas cuestionan la veracidad de este texto?

Sorprende que algunas personas desafíen esta idea de la pecaminosidad humana, alegando que la gente es básicamente buena. El problema surge de una falta de comprensión de lo que es la verdadera bondad. La gente se compara con alguna otra persona y se siente bien consigo misma.

Aun el gánster Al Capone era bueno comparado con Adolfo Hitler. Sin embargo, si nos comparáramos con Dios, su santidad y su justicia, cada uno de nosotros saldría con un abrumador sentido de aborrecimiento y disgusto propio.

El versículo también habla acerca de “la gloria de Dios”. La frase ha sido interpretada de diversas maneras. Tal vez la interpretación más sencilla es dar a la frase el significado que tiene en 1 Corintios 11:7: “Pues él [el hombre] es imagen y gloria de Dios”. En griego, la palabra “gloria” puede considerarse aproximadamente equivalente a la palabra “imagen”. El pecado ha arruinado la imagen de Dios en el hombre. El hombre pecador no refleja la imagen o la gloria de Dios.

Lee Romanos 3:10 al 18. ¿Ha cambiado alguna cosa en nuestros días? ¿Cuál de estas descripciones se aplica mejor a ti? o ¿a qué te parecerías si no fuera por Cristo en tu vida?

Aunque somos malos, nuestra situación no es desesperada. El primer paso es que reconozcamos nuestra total pecaminosidad y nuestra impotencia para hacer nada acerca de ello. El Espíritu Santo produce en nosotros tal convicción. Si el pecador no se resiste, el Espíritu lo guiará a echar de sí la máscara de autodefensa, fingimiento y justificación propia, y a arrojarse a los pies de Cristo, rogándole su misericordia: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Luc. 18:13).

¿Cuándo fue la última vez que te miraste seriamente: tus motivos, tus actos y tus sentimientos? Esto puede ser una experiencia muy estresante, ¿verdad? ¿Cuál es tu única esperanza?

Martes 13 de julio: DEL SIGLO I AL SIGLO XXI

A comienzos del siglo XX, la gente vivía con la idea de que la humanidad estaba mejorando, que la moralidad aumentaría, y que la ciencia y la tecnología ayudarían a introducir una utopía. Se creía que los seres humanos estaban en el sendero hacia la perfección; es decir, por medio de la clase correcta de educación y la enseñanza moral, los seres humanos se mejorarían grandemente a sí mismos y a su sociedad. Todo esto se suponía que comenzaría a ocurrir, en masa, al entrar en el maravilloso nuevo mundo del siglo XX.

Desdichadamente, las cosas no resultaron de ese modo, ¿verdad? El siglo XX fue uno de los más violentos y bárbaros de toda la historia, en gran parte gracias –muy irónicamente– a los adelantos de la ciencia, que hicieron mucho más posible que la gente se matara en una escala que los locos más depravados del pasado solo podrían haber soñado. ¿Cuál era el problema?

Lee Romanos 1:22 al 32. ¿De qué maneras vemos que las cosas allí escritas en el primer siglo se manifiestan hoy en el siglo XXI?

Cuando la humanidad perdió de vista a Dios, se abrieron las compuertas del pecado, el error y la degradación. Hoy, cada uno de nosotros está viviendo las consecuencias de ese problema. De hecho, a menos que momento tras momento nos entreguemos a Dios, también llegaremos a ser parte del problema.

Concéntrate específicamente en Romanos 1:22 y 23. ¿De qué modo vemos manifestarse hoy este principio? Al rechazar a Dios, ¿qué han llegado a adorar e idolatrar los seres humanos en nuestro siglo? Al hacerlo, ¿cómo han llegado a ser necios? Lleva tu respuesta a la clase el sábado.

Miércoles 14 de julio: JUDÍOS Y GENTILES JUNTOS

En Romanos 1, Pablo se refería específicamente a los pecados de los gentiles, los paganos, que habían perdido de vista a Dios hacía mucho tiempo y habían caído en las prácticas más degradantes.

Pero no iba a pasar por alto a su propio pueblo. Ellos habían recibido ventajas (Rom. 3:1, 2), pero también eran pecadores, condenados por la Ley de Dios, y necesitaban la gracia salvadora de Cristo. Los judíos y los gentiles eran iguales en el sentido de que ambos pueblos eran pecadores, habían violado la ley de Dios, y necesitaban la gracia divina para la salvación.

Lee Romanos 2:1 al 3, y 17 al 24. ¿Contra qué cosa advierte Pablo aquí? ¿Qué mensaje debemos recibir todos, judíos y gentiles, de esta advertencia?

“No se estimen mejores que los demás ni se erijan en sus jueces. Ya que no pueden discernir los motivos, no pueden juzgar a otro. Si lo critican, están emitiendo una sentencia sobre vuestro propio caso; porque demuestran ser partícipes con Satanás, el acusador de los hermanos” (DTG 280, 281).

Es muy fácil ver y señalar los pecados en otros. Pero ¡cuán a menudo somos culpables de la misma clase de pecados que ellos, o aún peores! El problema es que somos ciegos hacia nosotros mismos, o nos sentimos mejor mirando cuán malos son los demás en contraste con nosotros mismos.

Pablo no acepta eso. Él advierte a sus conciudadanos que no sean rápidos para juzgar a los gentiles, porque ellos, los judíos –aun como el pueblo elegido– son pecadores, en algunos casos más culpables que los paganos que ellos condenan porque, como judíos, han recibido más luz
que los gentiles.

Lo que Pablo destaca es que ninguno de nosotros es justo, ni alcanza la norma divina, ni es intrínsecamente bueno o inherentemente santo. Judíos y gentiles, hombres y mujeres, ricos y pobres, los temerosos de Dios y los que rechazan a Dios, todos somos condenados; y si no fuera por la gracia de Dios, no habría esperanza para ninguno de nosotros.

¿Cuán grande es tu hipocresía? Es decir, ¿cuán a menudo, aunque sea solo en tu propia mente, condenas a otros por cosas de las que tú mismo eres culpable? ¿De qué manera podrías cambiar siguiendo lo que Pablo escribió aquí?

Jueves 15 de julio: ARREPENTIMIENTO

Un niño de cinco años empujó a su hermanita, y los padres le hicieron pedir perdón. Él no quería hacerlo, y sin nada de sinceridad y con los ojos en el suelo, apenas murmuró: “Lo lamento”. Realmente, no parecía un verdadero arrepentimiento.

Recordando esta historia, lee lo siguiente: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Rom. 2:4). ¿Qué mensaje hay aquí para nosotros?

Deberíamos notar que la bondad de Dios guía, no obliga, a los pecadores al arrepentimiento. Dios no usa la coerción. Él es infinitamente paciente y procura atraer a todos los hombres con su amor. Un arrepentimiento forzado destruiría todo el propósito del arrepentimiento, ¿verdad? Si Dios forzara el arrepentimiento, entonces se salvarían todos, pues ¿por qué razón forzaría a algunos a arrepentirse y a otros no?

¿Qué sucede a quienes resisten al amor de Dios, rehúsan arrepentirse y permanecen en la desobediencia? Rom. 2:5-10.

En estos versículos, y con frecuencia a través del libro de Romanos, Pablo enfatiza el lugar de las buenas obras. No debe entenderse que la justificación por fe, sin las obras de la ley, indica que las obras no tienen lugar en la vida cristiana. Por ejemplo, en el versículo 7, se describe la salvación que viene a los que la buscan “perseverando en bien hacer”.

Aunque el esfuerzo humano no puede traer la salvación, es parte de la experiencia entera de la salvación. Es difícil ver cómo alguno puede leer la Biblia y salir con la idea de que las obras y los actos no importan para nada. El verdadero arrepentimiento, esa clase que se produce desde el corazón, siempre será seguido por una decisión de vencer y dejar a un lado las cosas de las que necesitamos arrepentirnos.

¿Cuán a menudo tienes una actitud de arrepentimiento? ¿Es sincero o tiendes a pasar por alto tus faltas, limitaciones y pecados? Si es lo último, ¿cómo puedes cambiar? ¿Por qué debes cambiar?

Viernes 16 de julio

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee Palabras de vida del gran Maestro, pp. 233-237; “La más urgente necesidad del hombre”, El camino a Cristo, pp. 15-20; “Hablemos bien de los demás”, El ministerio de curación, pp. 392-394; y Joyas de los testimonios, t. 2, pp. 35, 36.

“Muchos están engañados acerca de la condición de su corazón. No comprenden que el corazón natural es engañoso más que todas las cosas y desesperadamente impío. Se envuelven con su propia justicia y están satisfechos con alcanzar su propia norma humana de carácter. Sin embargo, cuán fatalmente fracasan cuando no alcanzan la norma divina y, por sí mismos, no pueden hacer frente a los requerimientos de Dios” (MS 1:376).

“Se me ha presentado un horrible cuadro de la condición del mundo. La inmoralidad cunde por doquiera. La disolución es el pecado característico de esta era. Nunca alzó el vicio su deforme cabeza con tanta osadía como ahora. La gente parece aturdida, y los amantes de la virtud y de la verdadera bondad casi se desalientan por esta osadía, fuerza y predominio del vicio. La iniquidad prevaleciente no es del dominio exclusivo del incrédulo y burlador. Ojalá fuese tal el caso; pero no sucede así. Muchos hombres y mujeres que profesan la religión de Cristo son culpables. Aun los que profesan esperar su aparición no están más preparados para ese suceso que Satanás mismo. No se están limpiando de toda contaminación. Han servido durante tanto tiempo a su concupiscencia que sus pensamientos son, por naturaleza, impuros, y sus imaginaciones, corruptas” (JT 1:253).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. Repasen la pregunta del martes. ¿Cómo se manifiestan estos principios en la sociedad de hoy?

2. Considera la segunda cita de Elena de White que leíste más arriba. Si te ves a ti mismo allí, ¿cuál es la solución? ¿Por qué es importante no desesperar, sino seguir reclamando las promesas de Dios: primero, la de perdón; segundo, la de limpieza? Satanás quiere que digas: “No vale la pena. Soy demasiado corrupto. Nunca podré ser salvo, así que, renuncio”. ¿Por qué no escuchas a Jesús, que dice: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11)?

3. ¿Por qué es tan importante para los cristianos comprender la pecaminosidad y depravación de los seres humanos? ¿Qué sucede cuando perdemos de vista esa triste pero verdadera realidad? ¿A qué errores puede llevarnos esa falsa comprensión de nuestra verdadera condición?

domingo, 4 de julio de 2010

Lección 2 Para el 10 de julio: Judíos y gentiles


Sábado 3 de Julio


LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:


Levítico 23; Mateo 19:17; Hechos 15:1-29; Gálatas 1:1-12; Hebreos 8:6; Apocalipsis 12:17.


PARA MEMORIZAR:


“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17).


LOS PRIMEROS CONVERSOS al cristianismo eran todos judíos, y el Nuevo Testamento no dice que se les pidió que abandonaran la práctica de la circuncisión o las fiestas judías. Pero cuando los gentiles aceptaban el cristianismo, surgieron preguntas importantes. ¿Debían los gentiles circuncidarse o guardar las demás leyes judías? Se reunió un concilio en Jerusalén para resolver el asunto (ver Hech. 15).


El concilio decidió no imponer leyes judías a los gentiles, pero algunos maestros insistieron en que los conversos gentiles debían guardar esas leyes, incluso la circuncisión.


Estos problemas existen hoy, solo que en una forma diferente. ¿Cuán a menudo se nos acusa de ser judaizantes, o legalistas, por nuestra adhesión a los Diez Mandamientos (en realidad, al mandamiento del sábado)? ¿O se nos dice que ahora estamos bajo el Nuevo Pacto, y así la ley (el mandamiento del sábado) ha sido eliminada?


Además, a veces nos confrontan los que quieren imponer más reglas del Antiguo Testamento. Por esto, Romanos tiene un mensaje importante para nosotros hoy, como lo tuvo para la iglesia de Roma en ese entonces.


Domingo 4 de julio: MEJORES PROMESAS


Lee Hebreos 8:6. ¿Cuál es el mensaje aquí? ¿Cuáles son estas “mejores promesas”?


Tal vez la mayor diferencia entre la religión del Antiguo Testamento y la del Nuevo es que esta última comenzó con la venida del Mesías. Jesús fue enviado por Dios como el Salvador. No se lo puede ignorar y ser salvo. Solo por medio de la expiación que él proveyó pueden ser perdonados nuestros pecados. Solo por la imputación de su vida perfecta podemos estar delante de Dios sin condenación. La salvación es solo por medio de la justicia de Jesús.


Los santos del Antiguo Testamento esperaban las bendiciones de la era mesiánica y la promesa de la salvación. En los tiempos del Nuevo Testamento, la gente se confrontaba con la pregunta: ¿Aceptaremos a Jesús de Nazaret, a quien Dios ha enviado como el Mesías, el Salvador? Si creían en él, y lo aceptaban como el que realmente era y se comprometían con él, serían salvos por medio de la justicia que él les ofrecía libremente.


No obstante, los requerimientos morales permanecían sin cambiar en el Nuevo Testamento, porque estaban fundados en el carácter de Dios y en el de Cristo. La obediencia a la ley moral de Dios es parte del Nuevo Pacto tanto como del Antiguo.


Lee Mateo 19:17; Apocalipsis 12:17; 14:12; y Santiago 2:10 y 11. ¿Qué nos dicen estos textos acerca de la ley moral en el Nuevo Testamento?


Al mismo tiempo, las leyes rituales y ceremoniales que eran distintivamente israelitas, vinculadas con el Antiguo Pacto y que señalaban a Jesús, su muerte y su ministerio como Sumo Sacerdote, cesaron y se introdujo un nuevo orden, basado en “mejores promesas”.


Una de las metas de Pablo en el libro de Romanos era ayudar a judíos y a gentiles a comprender lo que involucraba esta transición del judaísmo al cristianismo. Iba a tomar tiempo hacer esa transición.


¿Cuáles son algunas de tus promesas favoritas de la Biblia? ¿Cuán a menudo reclamas su cumplimiento? ¿Qué elecciones haces que pueden impedir el cumplimiento de esas promesas en tu vida?


Lunes 5 de julio: LEYES Y REGLAMENTOS JUDÍOS


Hojea el libro de Levítico (por ejemplo, los capítulos 12, 16 y 23). ¿Qué piensas cuando lees todas esas reglas y ritos? ¿Por qué muchos eran prácticamente imposibles de seguir en tiempos del Nuevo Testamento?


Clasifiquemos las leyes del Antiguo Testamento en varias categorías: 1) leyes morales; 2) leyes ceremoniales; 3) leyes civiles; 4) estatutos y juicios; y 5) leyes de salud.


Esta clasificación es algo artificial. Algunas de estas categorías están interrelacionadas o se superponen. Los antiguos no las veían como separadas y diferentes.


La ley moral está expresada en los Diez Mandamientos (Éxo. 20:1-17) y resume los requisitos morales de la humanidad. Son amplificados y aplicados en varios estatutos en los cinco primeros libros de la Biblia, que muestran cómo guardar la ley de Dios en diversas situaciones.


Las leyes civiles estaban basadas en la ley moral. Definen la relación de un ciudadano con las autoridades civiles y con sus conciudadanos. Indican las penas por diversas infracciones.


La ley ceremonial regulaba el ritual del Santuario, describiendo las diversas ofrendas y las responsabilidades de los ciudadanos. También definía los días de fiesta y su observancia.


Las leyes de salud se superponen con otras leyes. Las leyes relacionadas con la impureza definen la impureza ceremonial, pero también incluyen principios de higiene y salud. Las leyes acerca de las carnes limpias e inmundas están basadas en consideraciones físicas.


Los judíos consideraban que estas leyes procedían de Dios, pero las diferenciaban. Los Diez Mandamientos habían sido pronunciados por Dios directamente a la gente y por ello tenían importancia especial. Las otras leyes habían sido dadas a través de Moisés. El ritual del Santuario se practicó solo mientras el Santuario estuvo en actividad.


Las leyes civiles, en gran parte, no se podían imponer después de que los judíos perdieron su independencia y estuvieron bajo el control civil de otra nación. Los preceptos ceremoniales no podían observarse después de que el Templo fue destruido. Además, con la venida del Mesías, muchos de los tipos (o símbolos) encontraron su realidad y ya no tenían validez.


Martes 6 de julio: ¿QUÉ DEBO HACER PARA SER SALVO?


Lee Hechos 15:1. ¿Qué problema causó disensión? ¿Por qué algunas personas creían que esto no era solo para la nación judía? ver Gén.17:10.


Mientras los apóstoles, unidos a ministros y miembros laicos de Antioquía, trataban de ganar almas para Cristo, ciertos creyentes de Judea, “de la secta de los fariseos”, introdujeron un tema que llevó a una controversia en la iglesia y consternó a los creyentes gentiles. Estos maestros afirmaban que, para ser salvo, había que circuncidarse y guardar toda la ley ceremonial.


Los judíos se enorgullecían del servicio del Santuario establecido divinamente, y muchos conversos al cristianismo sentían que si Dios había ordenado a los hebreos la manera de adorar, era improbable que autorizara cambios en ella. Insistían en que las leyes y ceremonias judías debían ser incorporadas al cristianismo. Eran lentos para discernir que todos los sacrificios habían prefigurado la muerte del Hijo de Dios, donde el símbolo se había encontrado con la realidad, y que los ritos y ceremonias del sistema mosaico ya no eran obligatorios.


Lee Hechos 15:2 al 12. ¿De qué modo se resolvió esta disputa?


“Aunque [Pablo] esperaba que Dios lo guiara directamente, estaba siempre listo a reconocer la autoridad impartida al cuerpo de creyentes unidos como iglesia. Sentía la necesidad de consejo; y cuando se levantaban asuntos de importancia, se complacía en presentarlos a la iglesia, y se unía con sus hermanos para buscar a Dios en procura de sabiduría para hacer decisiones correctas” (HAp 165).


Pablo, quien a menudo hablaba acerca de cómo Jesús lo había llamado y le había dado su misión, estaba dispuesto a trabajar con la iglesia. Se daba cuenta de que era parte de la iglesia y que debía trabajar con ella tanto como fuera posible.


¿Cuál es tu actitud hacia el liderazgo de la iglesia? ¿Cuán cooperativo eres? ¿Por qué tu cooperación es importante? ¿Cómo podríamos avanzar si cada uno hiciera lo que quisiera, independientemente del conjunto de creyentes?


Miércoles 7 de julio: NINGUNA CARGA MÁS


Lee Hechos 15:5 al 29. ¿Qué decisión tomó el concilio y cuál fue su razonamiento?


La decisión fue contraria a los judaizantes. Estas personas insistían en que los conversos gentiles debían circuncidarse y guardar toda la ley ceremonial, y que “las leyes y ceremonias judías debían incorporarse en los ritos de la religión cristiana” (HAp 156).


En el versículo 10, Pedro pintó estas leyes antiguas como un “yugo” que era difícil de llevar. Dios, que instituyó esas leyes, ¿las haría un yugo para el pueblo? Difícilmente. En cambio, a lo largo de los años y usando sus tradiciones orales, algunos de los líderes transformaron muchas de esas leyes, que tenían la intención de ser bendiciones, en una carga. El concilio procuró evitar a los gentiles esas cargas.


No hay ninguna sugerencia de que los gentiles no debían obedecer los Diez Mandamientos. Después de todo, ¿podríamos imaginarnos al concilio diciéndoles que no comieran sangre, pero que ignoraran los mandamientos contra el adulterio o el asesinato?


¿Qué reglas se dieron a los gentiles, y por qué se les dieron esas reglas específicas (Hech. 15:20, 29)?

Aunque los creyentes judíos no debían imponer sus reglas y tradiciones a los gentiles, el concilio quería que los gentiles no hicieran cosas que pudieran ser consideradas ofensivas por los judíos que estaban unidos a ellos en Jesús. Por eso, los apóstoles y los ancianos acordaron instruir a los gentiles por carta que se abstuvieran de carnes ofrecidas a los ídolos, de la fornicación y de comer sangre. Algunos dicen que, como la observancia del sábado no se mencionó específicamente, no debía imponerse a los gentiles (por supuesto, los mandamientos contra mentir y asesinar tampoco fueron mencionados, de modo que el argumento no tiene sentido).


¿Podríamos nosotros, de alguna manera, estar poniendo cargas que no son necesarias y que son más una tradición que un mandato divino? Si es así, ¿cómo? Comparte tus pensamientos con la clase el sábado.


Jueves 8 de julio: LA HEREJÍA DE GALACIA


Por claro que fuera el consejo, hubo personas que procuraron seguir su propio camino y siguieron defendiendo la idea de que los gentiles guardaran las tradiciones y leyes judías. Para Pablo, esto llegó a ser un asunto muy serio: no se trataba de pequeños puntos de la fe, era una negación del mismo evangelio de Cristo.


Lee Gálatas 1:1 al 12. ¿Con cuánta seriedad consideraba Pablo el problema que afrontaban en Galacia? ¿Qué nos dice esto acerca de cuán importante era ese tema?


Como se afirmó antes, la situación de Galacia en gran medida originó el contenido de la carta a los Romanos. En la Epístola a los Romanos, Pablo desarrolla más el tema de la Epístola a los Gálatas. Los judaizantes alegaban que la ley que Dios le había dado a Moisés era importante y que los conversos gentiles debían observarla. Pablo trataba de mostrar su verdadero lugar y función. Él no quería que esta gente estableciera un grupo disidente en Roma como habían hecho en Galacia.


Preguntar si en Gálatas o en Romanos Pablo habla de la ley ceremonial o de la ley moral es simplificar demasiado. Históricamente, el argumento era si los conversos gentiles se debían circuncidar y guardar la ley de Moisés. El concilio de Jerusalén ya había establecido una regla para este tema, pero algunos no aceptaban esta decisión. Algunos leen en Gálatas y en Romanos evidencias de que ya no se requiere que los cristianos guarden la ley moral, los Diez Mandamientos (o en verdad, solo el cuarto mandamiento).


No obstante, pasan por alto el punto principal de las cartas, y pierden de vista el contexto histórico y los problemas que Pablo estaba atendiendo. Pablo enfatiza que la salvación es solo por fe y no por guardar la ley, aun la ley moral; no obstante eso no es lo mismo que decir que la ley moral no debe ser guardada. La obediencia a los Diez Mandamientos nunca fue el problema; quienes lo hacen, están leyendo en los textos un problema contemporáneo nuestro, que Pablo no estaba tratando.


¿Cómo respondes a quienes pretenden que el sábado ya no es obligatorio para los cristianos? ¿Cómo puedes mostrar la verdad del sábado de un modo que no comprometa la integridad del evangelio?


Viernes 9 de julio


PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:


Lee “Judíos y gentiles” y “Apostasía en Galacia”, pp. 155-165; 316-320; “La ley dada a Israel”, “La ley y los dos pactos”, Patriarcas y profetas, pp. 310-324, 378-382; y “El pueblo elegido”, El Deseado de todas las gentes, pp. 19-22.


“Pero si el pacto confirmado a Abraham contenía la promesa de la redención, ¿por qué se hizo otro pacto en el Sinaí? Durante su servidumbre, el pueblo había perdido en alto grado el conocimiento de Dios y de los principios del pacto de Abrahán” (PP 388).


“Por la influencia de falsos maestros que se habían levantado entre los creyentes de Jerusalén, se estaban extendiendo rápidamente la división, la herejía y el sensualismo entre los creyentes de Galacia. Esos falsos maestros mezclaban las tradiciones judías con las verdades del evangelio. Haciendo caso omiso de la decisión del concilio general de Jerusalén, instaban a los conversos gentiles a observar la ley ceremonial” (HAp 316).


PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. En la clase, repasa las respuestas que dieron a la pregunta final de la sección del miércoles. ¿De qué maneras podrían tu iglesia o tú mismo en tu propia casa depositar sobre otros cargas que no son necesarias? ¿Cómo podemos reconocer si estamos haciendo estas cosas? ¿O tal vez estamos yendo demasiado lejos en la otra dirección? Es decir, ¿cómo podemos reconocer si somos demasiado complacientes en nuestro estilo y normas de vida y no reflejamos la elevada vocación que tenemos en Cristo?


2. ¿Qué argumentos usa la gente para pretender que los Diez Mandamientos ya no son obligatorios hoy para los cristianos? ¿Cómo respondemos a esas afirmaciones? Siendo que estas afirmaciones son tan equivocadas, ¿por qué quienes las hacen no viven como si creyeran que los Diez Mandamientos ya no son obligatorios?


3. Lee otra vez Gálatas 1:1 al 12. Nota cuán inflexible, dogmática y fervientemente consideraba Pablo su comprensión del evangelio. ¿Qué nos dice esto acerca de cómo, a veces, debemos estar firmes y sin vacilar en ciertas creencias, especialmente en días y épocas de pluralismo y relativismo? ¿De qué modo esto muestra que ciertas enseñanzas no pueden comprometerse de ninguna manera?