sábado, 1 de mayo de 2010

Lección 6 Para el 8 de mayo de 2010: Fe y curación


Sábado 1º de mayo

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Génesis 3:8-10; Salmo 118:6; Proverbios 17:22; Mateo 6:27-34; Hebreos 13:6; 1 Juan 4:18.

PARA MEMORIZAR:
“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isa. 26:3).

CONVENCIDO DE QUE ERA VÍCTIMA de un hechizo, un paciente fue al médico con síntomas no relacionados con ninguna enfermedad o ningún síndrome conocidos. El médico puso delante del paciente dos tubos de vidrio, uno lleno con agua oxigenada y el otro con agua pura, aunque ambos parecían exactamente idénticos. Sacó sangre del paciente, y la mezcló con el agua oxigenada. La mezcla, de inmediato, comenzó a burbujear y a chisporrotear, por lo cual el paciente creyó que era la obra del hechizo.

El médico luego le dio al paciente una sencilla inyección salina, diciéndole que eso quebraría el hechizo. Después de un tiempo breve, le sacó sangre y la mezcló con el agua corriente en el otro tubo. No hubo burbujeo ni chisporroteo, “prueba” de que el hechizo se había quebrado. El paciente salió sintiéndose curado, y trajo a todos sus amigos al médico, para ser “curados” también.

Este estudio muestra, de hecho, cuán poderosa es la influencia de nuestra mente sobre nuestro cuerpo, que será parte de lo que estudiaremos esta semana.

UN VISTAZO A LA SEMANA: La fe y la confianza en la bondad del Señor pueden tener efectos muy positivos sobre la salud.

Domingo 2 de mayo: EL FACTOR TEMOR

Durante un tiempo, los que miraban la televisión en los Estados Unidos vieron un programa llamado “El factor Temor”, en el que los participantes eran puestos en diferentes situaciones de temor: desde estar en un pozo lleno de escorpiones o de ratas, hasta caminar dentro de un edificio incendiado, todo para ver cómo afrontaban el temor.

Pero, no hace falta fabricar temor. La vida misma está llena de situaciones que nos hacen sentir miedo. Un filósofo británico del siglo XVII, Thomas Hobbes, afirmaba que el temor era el factor principal y motivador de la vida humana, y que los seres humanos creamos gobiernos con el propósito de protegernos de aquellos que nos harían daño. No importa quiénes seamos, dónde vivamos, cuán seguros nos sintamos, todos afrontamos cosas que nos hacen sentir temor.

El temor, sin embargo, no siempre es malo.

¿Cuáles son algunas formas en las que el temor puede ayudar a protegernos? En realidad, ¿a qué cosas realmente deberíamos temer?

El temor es una emoción natural, que nos ayuda a enfrentar el peligro y a sobrevivir. Este sentimiento (o instinto) es necesario en un mundo sujeto a accidentes, crímenes, enfermedad, terrorismo y guerra.

¿Qué podemos aprender acerca del temor en la primera mención de él en la Biblia? Gén. 3:8-10.

Por cierto, en este mundo hay muchos factores que nos hacen temer. Pero, a menudo tememos cosas que nunca ocurren. El temor es una emoción que produce mucho estrés, que puede perjudicar seriamente nuestros cuerpos. Es decir, el temor no se limita solo a lo que hace a nuestras mentes; también puede tener efectos muy dañinos sobre la salud física. La pregunta, entonces, debería ser: ¿Cómo hemos de hacer frente al temor?

¿Cuáles son tus temores? ¿Cómo han afectado tu vida? ¿Cómo puedes aprovechar mejor las promesas de Dios al tratar con cosas que te hacen tener miedo?

Lunes 3 de mayo: UN HOMBRE LE DIJO AL UNIVERSO

Un hombre le dijo al universo:
–Señor, yo existo.
–Sin embargo –le contestó el universo–, ese hecho no me genera un sentido de obligación”.–Stephen Crane.

Lee el poema de arriba. ¿Qué mensaje transmite? ¿Cómo deberíamos nosotros, como cristianos adventistas, diferir, en cuanto al concepto de nuestro lugar en el universo, con la idea presentada por ese poema? ¿Cuál es la razón principal para esa diferencia?

Piensa por un momento: imagina que no hubiera Dios, ni Creador, ni Poder divino que nos haya creado. Imagina que somos lo que mucha gente dice que somos: simios altamente avanzados, nada más; simplemente, seres que surgieron en un universo sin Dios, un universo que no se interesa en absoluto en nosotros. Imagina que estuviéramos a merced de fuerzas ciegas que no tienen interés ni preocupación por nosotros ni por nuestro bienestar. ¿Qué clase de mundo sería ese?

Pero, eso no es lo que creemos como cristianos. Creemos que Dios nos creó, nos sostiene y nos cuida. Por eso, más que todas las demás personas, nosotros tenemos razones para poder hacer frente a los temores y las pruebas que afligen a toda la humanidad.

Lee cuidadosamente los siguientes textos. ¿Qué esperanza y consuelo, aun en medio de tiempos llenos de temor, puedes obtener de ellos? Sal. 118:6; Prov. 3:5, 6; Luc. 12:6, 7; Rom. 8:38, 39; Heb. 13:6; 2 Tim. 1:7; 1 Juan 4:6.

No hay dudas: aun como cristianos que creemos en Dios, afrontamos un mundo aterrador, un mundo en el que cualquier cosa puede ocurrir. Con nuestro conocimiento de Dios, sin embargo, tenemos un contexto que nos ayuda a comprender mejor el mundo como un todo y nuestro lugar en él.

Y así, idealmente, podemos tener esperanza y consuelo aun en medio de los tiempos más difíciles. Esto no significa que no afrontaremos cosas malas, o cosas que pueden causarnos temor. En cambio, significa que tenemos un fundamento firme sobre el cual afrontar y tratar esos temores.

Martes 4 de mayo: EL PODER DE LA FE

“El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos” (Prov. 17:22). ¿Qué nos indica este texto acerca del vínculo entre la mente y el cuerpo?

Un niñito yacía moribundo en el hospital cuando su maestro lo visitó y le dio tareas escolares para hacer. “Aquí, Miguel”, le dijo, “hay lecciones sobre verbos y adverbios. Haz lo mejor que puedas”. En realidad, el maestro sentía la inutilidad de todo eso ya que el niño parecía estar muy letárgico, resignado a la muerte. No obstante, muy pronto el niño tuvo un vuelco notable. Todo cambió, y ahora parecía en camino a la recuperación. Cuando le preguntaron por qué los deberes escolares parecían haberlo cambiado tanto, él contestó: “El maestro no iba a darle a un moribundo un trabajo con adverbios y verbos, ¿verdad?”

El vínculo entre la mente, las actitudes y el cuerpo es muy potente. Aunque la ciencia no entienda completamente cómo funciona, se sabe que el vínculo está allí, y que puede producir una gran diferencia en nuestra salud general.

Y aquí la fe en Dios, la confianza en su amor y en su bondad, puede marcar una enorme diferencia. ¡Cuánto más fácil es tener menos estrés cuando conoces la realidad del amor de Dios y de su cuidado por ti! Los estudios en todo el mundo han mostrado que la fe religiosa trae consigo claros beneficios para la salud; que los que creen en Dios viven más tiempo, sufren menos depresión y tratan mejor los eventos traumáticos. Y, aunque no podemos olvidar el poder milagroso de Dios para darnos curación, eso no es necesariamente lo que siempre ocurre. En cambio, la paz, la seguridad, la esperanza que la fe da al creyente pueden producir actitudes mentales que impactarán para bien de la salud. Un corazón alegre puede ser, realmente, como una medicina, y aún mejor, porque muy a menudo los medicamentos pueden producir efectos secundarios perjudiciales.

Lee Mateo 6:27 al 34. ¿Qué nos está enseñando Jesús? ¿Cómo podemos aplicar estas palabras a cualquier factor que nos esté causando temor y preocupación? ¿Hay alguno de esos temores que sea demasiado grande para que el Señor lo maneje? ¿Hay alguien que esté más allá del alcance amante de Dios? ¿Cómo puedes aprender a entregar estos temores al Señor y tener la paz que él promete?

Miércoles 5 de mayo: AGOTAMIENTO POR ESTRÉS

Lee Romanos 15:13. ¿Cómo puedes aprender a reclamar estas promesas? ¿Qué actitudes o acciones te están impidiendo que lo hagas?

El estrés es uno de los desafíos más grandes a la salud que afrontamos, no solo en los grandes traumas de la vida, sino también en la vida diaria, por las presiones que tenemos.

Los médicos informan que hasta el noventa por ciento de los pacientes vienen con quejas relacionadas con el estrés. La ciencia enseña que, cuando estamos estresados, liberamos ciertas hormonas que pueden afectar a varios órganos y, con el tiempo, esos órganos pueden debilitarse, haciéndose más susceptibles a la enfermedad. El estrés puede liberar adrenalina, que acelera el corazón, y hasta produce palpitaciones. Algunas hormonas del estrés hacen que los vasos sanguíneos se constriñan, provocando hipertensión. El estrés puede inducir respiraciones rápidas y superficiales, y hasta hiperventilación. Puede alejar la sangre del estómago, provocando problemas digestivos. Puede causar un aumento de la glucosa en la sangre, que puede conducir a la diabetes. También tiene un impacto negativo sobre el sueño, que a su vez puede tener un efecto negativo sobre nuestra salud general. Se ha mostrado que el estrés también afecta en forma negativa nuestro sistema inmune, la primera línea de defensa de nuestro cuerpo contra la enfermedad.

La lista podría seguir y el punto debería ser claro: necesitamos aprender a manejar el estrés y la tensión. Aquí es donde la fe en Dios puede tener un lugar muy importante, porque saber y experimentar por uno mismo la realidad del amor de Dios puede ser un gran calmante, que reduce el estrés y las consecuencias negativas sobre la salud, que a menudo lo siguen.

Ser religioso no es toda la respuesta. Lo más importante es tener una relación personal con Jesús, conociendo por nosotros mismos su amor y su cuidado. Esto se logra por la lectura diaria de su Palabra, mediante la oración (hablar con el Señor como si fuera un amigo), y por la contemplación de su carácter como lo revelan la naturaleza y la Escritura. ¿Cuánto tiempo pasas tratando de conocer al Señor por ti mismo? ¿Podrías necesitar, tal vez, pasar más tiempo con tu Señor y Hacedor?

Jueves 6 de mayo: LA FE Y LAS CURACIONES MILAGROSAS

Gran parte del ministerio de Jesús involucró curaciones milagrosas: los enfermos, los ciegos, los moribundos, aun los muertos, fueron todos sanados gracias a su poder sobrenatural. En muchos casos, la fe fue un prerrequisito para la curación misma (Mat. 9:2, 22, 28, 29; 15:28).

Pero, en algunos casos, la incredulidad impidió la curación, como en Nazaret (Mat. 13:58; Mar. 6:5, 6). En un caso, cuando los discípulos no fueron capaces de realizar una curación, Jesús dijo que la causa había sido su incredulidad (Mat. 17:14-20).

El hecho de que la fe sea un componente muy importante en estas curaciones milagrosas ha hecho que algunos crean que si falla un intento de sanar por medio de la oración es por una falta de fe de la persona enferma. No obstante, esto es una comprensión muy superficial y falsa de la fe y la curación.

Lee los siguientes textos en los que Jesús sanó milagrosamente a diferentes personas. ¿Qué nos indican los textos acerca de la fe de aquellos que fueron sanados? ¿Qué lecciones podemos obtener de estos ejemplos? Mat. 12:9-13; Luc. 13:11-13; 14:2-4; 22:47-52.

En ninguno de estos textos se menciona la fe de los que fueron sanados. Esto no es para disminuir el lugar de la fe en la curación milagrosa, sino solo para mostrar que la fe expresada no siempre es un componente vital.

El hecho es que no comprendemos por qué en algunos casos vemos una intervención sobrenatural del Señor para la curación. En otros casos, la curación viene por procesos naturales, en los que podemos creer que la mano de Dios está obrando en favor del enfermo por ese medio. Y siempre existen aquellos casos en los que, por razones que no entendemos, la curación no se produce aunque hemos orado pidiendo que sucediera. Sin embargo, las buenas noticias son que, aun en estos últimos casos, todavía podemos confiar en el amor, la misericordia y la bondad de Dios.

¿Cómo podemos aprender a confiar en el Señor y en su amor por nosotros, aun cuando las oraciones que ruegan por salud y curación no resulten como deseamos?

Viernes 7 de mayo

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“En la ciencia verdadera no puede haber nada que sea contrario a la Palabra de Dios, porque ambas tienen el mismo Autor. Un entendimiento correcto de ambas siempre confirmará que están en armonía la una con la otra” (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 269. Ver también El ministerio de curación, p. 367). Al comprender esto, deberíamos buscar la ayuda de Dios mediante la verdadera ciencia, que es una revelación de sus leyes naturales. Si tienes acceso al Handbook of Seventh-day Adventist Theology, lee las páginas 751 a 783.

“La simpatía que existe entre el espíritu y el cuerpo es muy grande. Cuando uno está afectado, el otro responde. La condición de la mente tiene mucho que ver con la salud del organismo. Si el espíritu está libre y feliz, con la conciencia de que hace lo recto y con la satisfacción de proporcionar felicidad a los demás, nacerá una alegría que reaccionará sobre todo el organismo, induciendo a la sangre a circular más libremente y a tonificar todo el cuerpo. La bendición de Dios es sanadora; y los que benefician abundantemente a los demás sentirán en su corazón y en su vida esa bendición prodigiosa” (JT 1:179; CMC 359, 360).

“Todos deseamos respuestas inmediatas y directas a nuestras oraciones, y estamos dispuestos a desalentarnos cuando la contestación tarda, o cuando llega en una forma que no esperábamos. Pero Dios es demasiado sabio y bueno para contestar siempre a nuestras oraciones en el plazo exacto y en la forma precisa que deseamos. [...] Los sucesos que prueban nuestra fe son para nuestro bien, pues denotan si nuestra fe es verdadera y sincera, y si descansa en la Palabra de Dios sola, o si, dependiente de las circunstancias, es incierta y variable. La fe se fortalece con el ejercicio” (MC 176).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Cuál es el lugar de la ciencia médica en la curación de un cristiano? El buscar salud y curación en la ciencia médica, ¿significa que no tenemos fe en Dios? Compara tu respuesta con la de los demás en la clase.

2. ¿Cuál ha sido tu experiencia personal con respecto al vínculo entre tus actitudes y emociones, y tu salud física? ¿Qué aprendiste de tu propia experiencia que podrías compartir con otros, para ayudarlos a usar mejor el poder de la mente para beneficiar al cuerpo?

3. ¿Conoces a alguien en tu iglesia que está enfermo y necesita curación? ¿Cómo pueden tú o tu clase ayudar a esa persona en el proceso de curación?

19 comentarios:

  1. En mi última visita a Barcelona, después de mi charla de la tarde, vino a hablar conmigo un médico que me contó algo alucinante...

    Se había hecho un estudio científico sobre los efectos que pudiera tener la oración que los creyentes hacen a favor de los enfermos. El plan era saber si, efectivamente, este tipo de prácticas tiene incidencia en la curación de los pacientes. Es importante precisar que hubo creyentes orando por todos los grupos de enfermos que voy a desglosar ahora. El estudio se llevó a cabo en los siguientes términos:

    1. A un primer grupo de enfermos creyentes, se les dijo que había personas orando por ellos.

    2. A un segundo grupo de enfermos creyentes, no se les dijo que había personas orando por ellos, aunque las había.

    3. A un tercer grupo de enfermos no creyentes, se les dijo que había personas orando por ellos.

    4. A un cuarto grupo de enfermos no creyentes, no se les dijo que había personas orando por ellos, aunque las había.

    La conclusión del estudio es alucinante: en los grupos 1 y 3 hubo más tasa de curación que en los grupos 2 y 4. No tenía que ver el hecho de ser creyentes o no, sino el hecho de saber que se estaba orando por ellos o no.

    El poder de la oración es el poder de la esperanza. Saber que hay gente a la que le importamos lo suficiente como para que estén pensando y orando por nosotros pone en funcionamiento recursos de esperanza y autoestima, seamos creyentes o no, que nos ayudan a luchar contra la enfermedad.

    Gracias a este médico, corroboré una intuición teológica que me ronda desde hace mucho tiempo...

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  2. No tan rápido, vaquero...

    Yo conozco otro experimento en el que precisamente los que salieron peor parados fueron los que sabían que se estaba rezando por ellos.


    Artículos relacionados:

    http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=793749

    http://www.elmundo.es/elmundosalud/2006/03/31/salud_personal/1143806054.html

    El experimento en cuestión:

    http://docs.google.com/viewer?url=http://www.mowatresearch.co.uk/uploaded_documents/Benson.pdf


    ("La corroboración precoz describe una condición mediante la cual el hombre corrobora demasiado rápido y sin capacidad de control." ¡jajajaj!)

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  3. Tienes razón, Anónimo. Cada cual arrima el ascua a su sardina. La relevancia del estudio que nos traes radica en que fue pagado por gente que esperaba encontrar, probablemente, conclusiones distintas. Pero la honestidad de los responsables se impuso. Bien por ellos. No hicieron valer aquel dicho de que "la verdad no te estropee una buena noticia".

    Yo creo en el poder de la oración. Pero la realidad se impone, y es testaruda. En la inmensa mayoría de los casos, cuando alguien ora por su propia curación o por la de otros, la enfermedad sigue su curso y no parece que haya una intervención "sobrenatural". Os pego a continuación un comentario que escribí hace unas semanas en nuestro blog hermano 2a1/2luz. Debatíamos, a propósito de una entrevista realizada a un médico español, sobre unos estudios que parecían probar algo así como la "bioinmunología psíquica". En él expongo lo que me parece realmente poderoso de la oración. Ahí va:

    Tras la lectura de artículos así, entiendo mejor ese texto bíblico que dice que "La oración confiada sanará al enfermo"(Santiago 5:15). Muchas veces me pregunté cómo podía ser que mi oración moviese a compasión a Dios. ¿Es que Dios no se compadece de todos los seres humanos, se ore por ellos o no? ¿Es que nuestro Padre del Cielo necesita de nuestra oración por alguien para caer en la cuenta de que está sufriendo? ¿Es que Dios será tan injusto con sus criaturas, que sólo encontrarán consuelo si tienen a otros que oren por ellas, o si ellas mismas saben que deben orar para encontrarlo?

    Esta forma de pensar, a mi entender, conduce a un callejón sin salida, y está más cercana a la filosofía de las bulas (aplicada a la oración) que a la imagen de un Dios que sufre con los suyos. Si creemos esto, cuanto más oremos por alguien enfermo, cuantos más seamos en hacerlo, cuanto más insistamos, más comprometeremos a Dios para que actúe en su favor o en el nuestro propio. ¿Y cuando todo esto ocurre, y se elevan decenas, cientos, miles de oraciones, y cuando se involucran decenas, cientos, miles de personas en cadenas de oración, y no se produce la sanación? Entonces decimos que no era la voluntad de Dios. Y dejamos toda la responsabilidad del chasco en un Dios que, según su misteriosa voluntad, se inhibe. Como veis, un callejón sin salida...

    Sin embargo, ¿y si de lo que estamos hablando es, en realidad, de la inmensa fuerza, misteriosa también, del pensamiento positivo? ¿Y si todo esto depende mucho más de nosotros que de Dios? ¿Y si lo que ocurre es que el hecho de que el enfermo se sienta arropado por el cariño de los que le rodean, que le demuestran con sus oraciones lo mucho que le quieren, le da fuerzas para seguir luchando, y moviliza recursos que de otra forma no saldrían a la luz? ¿Y si la oración confiada, propia y ajenas, resucitan la esperanza, y excitan de una forma que aún no conocíamos, las fuerzas que nos hacen falta para que nuestro organismo luche contra la enfermedad? ¿No nos compromete esta forma de entender la oración mucho más con nuestro prójimo, en vez de contentarnos con que Dios actúe, y echarle después la culpa si no conseguimos lo que pretendíamos?

    Quizá la oración de intercesión sea la misteriosa fuerza de la esperanza que, en algunas ocasiones, nos permite seguir adelante cuando, a los ojos humanos, nada ya era posible. Quizá, por ello, Jesús nos recomendó aquello de “Orad sin cesar” para mantenernos siempre bajo la influencia de algo tan beneficioso, tal como ahora se está descubriendo, tan lleno de misteriosas posibilidades, como es la esperanza…

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  4. Hola!! Es evidente que la mente tiene poder, o sea, los pensamientos que ponemos en ella.
    El ejemplo del "placebo" sobre enfermos o "víctimas de un hechizo" como decía la lección del sábado es bien claro. Si uno cree que lo que le administran le va a venir bien o se le demuestra que ya está curado, se queda tan feliz oye.
    Por eso Jesús, en un caso dramático, cuando le comunican a Jairo que "no molestes más al Maestro, tu hija ha muerto"; le responde: "no temas, cree solamente".

    Rescato del día siguiente otra frase: "Por cierto, en este mundo hay muchos factores que nos hacen temer..."
    Creo que el poder de la fe nos ha de acompañar en nuestra vida y también el poder de la oración. Poder para transformar nuestra visión humana, nuestro horizonte presente a un futuro esperanzador, sea cual sea el problema que afrontemos.

    "Fe y curación" es el título de esta semana. Terrible dilema para el o la que esté en una situación "crítica". La verdad sea dicha, puede que lo que más temamos sea la muerte. Y más si nos lo anuncian anticipadamente. Es una idea o un pensamiento tan terrible que no puedes sacártelo de la cabeza. Claro, cuando tu visión humana ahoga cualquier tipo de "ayuda" que puedas recibir: "mira, todos estamos orando por tí, te queremos, deseamos tanto tu restablecimiento... ten fe y ánimo..."; pues no hay nada que hacer, ningún medicamento cura la tristeza, de ahí que alguien reconduzca nuestros pensamientos. Y si yo leyendo un libro muy antiguo encuentro "el corazón alegre constituye buen remedio; pero el espíritu triste seca los huesos", puedo caer en la cuenta de que puedo elegir hacer un cambio de pensamientos, buscaré reeducar la mente, leer algo que me beneficie o ver películas de los hermanos Marx, total, "de perdíos al río".

    Es cuestión de cultura. Cada vez que ves una peli y alguien se muere, derramas lágrimas y se nos parte el corazón que pa qué. Tal vez esto lo podríamos ver de otro modo. Total, todos vamos para allá. Sí, lo se, se nos parte el corazón de verdad, a mí el primero cuando enfrentamos casos reales, pero luego seguimos para adelante. Pues con una enfermedad igual, siempre para adelante. Y no escondiendo ni el diagnóstico, ni el tratamiento, ni nada de nada; de cara, hay que ir de cara.

    Si ponemos aquí una lista de cosas que nos pueden pasar en este mundo, pues como que no acabaríamos. Ni sabemos cuando nos va a tocar, ni la manera. Seamos valientes en el modo de pensar, alegres, positivos, crédulos firmes "porque fiel es que prometió".

    Amig@s esto es una medicina que quiero aprender y practicar. No quiero que se me "sequen los huesos", jejeje.

    Abrazos.

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  5. Hola a todos,

    La Fe es manantial de curación.
    Dios tiene misericordia de cada uno de nosotros, principalmente de aquellos que tienen el alma y el cuerpo desgarrados. No importa el "pasado turbio" para un Dios que siempre está dispuesto al perdón y a la salvación de sus hijos.

    Jesús tenía entrañas de misericordia. Había una convicción popular de que de sus vestidos salía una fuerza curativa. De esta forma, una pobre mujer, rica en dolores y escasa en dinero, oyó hablar de Jesús y pensó llegar hasta El, pues estaba segura que con "sólo tocarle el vestido curaría".Y Jesús le dijo "Hija, tu fe te ha salvado: vete en paz y queda curada de tu enfermedad"(Mc 5,21-43). En aquel momento quedó sanada de su tormento.

    Así le dice Jesús a un leproso :"levántate, anda; tu fe te ha salvado" (Lucas: 17,19). La fe, bien del interesado o de los otros, es necesaria para la sanación.

    Jesús exige también el deseo de curarse. ¿Quieres ser curado?, le dice al enfermo que desde hacía mucho tiempo esperaba la sanación. Pues bien sabía El que hay personas que en el fondo son reacias a abandonar la seguridad que les trae el seguir enfermos.

    Jesús es la encarnación de la salvación de Dios. Con la venida de Jesús viene "a visitarnos un sol que surge para iluminar a los que están en tinieblas y en la sombra de muerte" (Lucas: 1, 78-79).En Jesús se manifestaron "la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor por los seres humanos, El es la Buena Noticia. Y la Buena noticia es esta: Jesús nos salva de nuestros pecados y nos cura de nuestras enfermedades y aflicciones.

    El Señor envió a sus discípulos a predicar la Buena Noticia del Reino, dándoles poder para expulsar los espíritus inmundos y de curar enfermedades de cualquier género (Mateo: 10, 1-8). Y los discípulos obraban como instrumentos de sanación de Dios para curar a los enfermos. "..Sacaban los enfermos a las plazas y los ponían en camillas para que , al pasar , al menos la sombra tocase a alguno de ellos" (Hch 5, 15-16).Era el poder sanador de Jesús y la fe de los paralíticos lo que les hacía caminar." Solo por medio de la Fe y a través de la oración podemos ser curados por El".

    Un abrazo,

    Yolanda

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  6. No os voy a quitar mucho tiempo. Sólo dos ideas al respecto de los textos de Tía Elena que aparecen en la sección del viernes:

    “En la ciencia verdadera no puede haber nada que sea contrario a la Palabra de Dios, porque ambas tienen el mismo Autor. Un entendimiento correcto de ambas siempre confirmará que están en armonía la una con la otra” (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 269.

    Yo, además de esto, daría la vuelta a la frase y añadiría, también: en la verdadera Palabra de Dios no puede haber nada que sea contrario a la verdadera ciencia. Es decir, que hay pasajes de la Escritura que pensamos que hacen "ciencia", los tratamos con los postulados de la ciencia, y así nos equivocamos, enfrentándonos a los científicos por sucesos bíblicos que se narran sin ningún propósito científico, sino simplemente descriptivo (véase el sol que se paró durante la batalla de Josué; o la creación del sol, la luna y las estrellas durante el cuarto día, cuando desde el primero había luz que separar de las tinieblas...). Deberíamos ser humildes y reconocer que la Biblia no es un libro de ciencia. Ni siquiera es un libro de historia, sino de historias: las historias de hombres y mujeres creyentes, que perciben a Dios en los aconteceres de sus vidas, y las interpretan a la luz de su fe. No deberíamos pedir a la ciencia que haga todo el camino. Quizá nosotros deberíamos también hacer una parte...

    La segunda cita que quiero comentar es la siguiente:

    “La simpatía que existe entre el espíritu y el cuerpo es muy grande. Cuando uno está afectado, el otro responde. La condición de la mente tiene mucho que ver con la salud del organismo. Si el espíritu está libre y feliz, con la conciencia de que hace lo recto y con la satisfacción de proporcionar felicidad a los demás, nacerá una alegría que reaccionará sobre todo el organismo, induciendo a la sangre a circular más libremente y a tonificar todo el cuerpo. La bendición de Dios es sanadora; y los que benefician abundantemente a los demás sentirán en su corazón y en su vida esa bendición prodigiosa” (JT 1:179; CMC 359, 360).

    Literalmente, flipo en colores. Porque esta mujer se adelantó a su tiempo (Aunque, como bien decía Antonio, la sabiduría ancestral estaba ya bien presente en la Biblia: "El corazón alegre constituye buen remedio; pero el espíritu triste seca los huesos"). Todos los estudios modernos sobre las relaciones psicosomáticas, e incluso el estudio al que hacía mención más arriba sobre la bioinmunología psíquica, le dan la razón a Tía Elena. No seré yo quien la meta hasta en la sopa (ya conocéis mi "cojera" en este asunto...), pero he de reconocer que aquí acertó de lleno.

    Hasta prontito...

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  7. Hace mucho tiempo que soy adventista; podría decirse que ya desde antes de nacer, porque mi madre se bautizó estando embarazada de cuatro meses. Por lo tanto, no es decir ninguna barbaridad que mamé el adventismo.

    Con todo, a medida que iba poniendo años sobre las espaldas y soltando cabellos de la cabeza, mi comprensión de las enseñanzas bíblicas iba evolucionando a la par que lo hacía la propia iglesia a la cual he asistido. Con ello no quiero decir que haya sido una evolución al estilo de la fe del carbonero, sino que la mía es el resultado de mi reflexión basada en mi propia experiencia personal; mientras que la de la iglesia es el resultado de la suma de todas las individualidades.

    Cuando peinaba menos canas y más cabellos, quizá por influencia de un entorno social en el que el misticismo estaba a la orden del día o bien porque todavía no había reflexionado lo suficiente, mi visión del adventismo era muy parecida a la que se me enseñaba. Mirado fríamente, no pasaba de ser una “colección de cuentos de hadas” (entiéndaseme el sentido, por favor) en los que los buenos eran muy buenos —de tan buenos casi eran tontos— y los malos, muy malos, perversos. Desde el punto de vista formal, no había ninguna diferencia entre el relato de la tentación de Eva y el cuento de Caperucita Roja.

    A medida que fui madurando, fui dándome cuenta de algunas de las contradicciones en las que incurría (y sigo incurriendo, ¡faltaría más!) causadas por la parquedad de años. Con el tiempo, descubrí que ni todos los héroes bíblicos son tan buenos, como a veces nos los pintan, ni todos los “malos” de la Biblia tienen el alma tan negra, como más de uno les endosa. Digamos que aunque la tinta china va repartida de manera desigual, todos tienen alguna que otra manchita en su expediente.

    También fui haciéndome más consciente de cómo funciona nuestro mundo. En mi niñez, no me costaba nada quedarme embelesado ante fenómenos que yo consideraba extraordinarios y milagrosos. Ahora, aunque sigo creyendo en los milagros, —porque hay cosas que distan mucho de tener explicación racional en el estado de conocimiento actual— estos han visto reducido su número de manera drástica. Cada vez me cuesta menos encontrar una explicación racional para los acontecimientos de los que soy testigo.

    ¿Será que me he vuelto un descreído? Lo dudo. Lo curioso del caso es que mi fe se ha fortalecido en la medida en que se me ha reducido el misticismo. En mí —y supongo que en otros también— se produce la aparente paradoja de ser muy racional y profundamente creyente a la vez. Por naturaleza tiendo a rehuir las efusiones de alabanza extremamente teatralizadas. Y eso que me gusta el teatro… Pero me siento más cómodo con una religiosidad comedida y sin estridencias.

    Y aquí es donde entra mi concepción del poder de la oración. En el blog hermano de 2 a ½ luz dije no ha mucho que tendemos a formarnos una imagen de Dios más parecida a un héroe de película de Hollywood cargada de efectos especiales que a un Dios amante del orden y la discreción. Constantemente le pedimos manifestaciones espectaculares de su poder: curaciones milagrosas de enfermos desahuciados, solución inmediata a problemas insolubles con medios humanos, lluvias torrenciales que pongan fin a una sequía prolongada, etcétera. Y nos olvidamos de que, si bien la Biblia está repleta de situaciones parecidas, su número es insignificante ante los millones de veces en que, a lo largo de los últimos cuatro mil años de historia, Dios se ha mantenido al margen y no ha interferido en el devenir “natural” de las cosas; y que cuando lo ha hecho ha sido forzado por la situación o aun sus mismos siervos, los cuales pretendían “lucir” de Dios poderoso.

    (Continúa en el comentario siguiente).

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  8. (Viene del comentario anterior).

    Cierto que a lo largo de toda la Biblia Dios se muestra como un Dios poderoso, capaz de trastornar los cielos y la tierra. Pero no es menos cierto que, en la mayoría de las ocasiones, se nos muestra como un Padre amoroso que nos acompaña, que sufre cuando nosotros sufrimos y se alegra cuando nosotros nos alegramos; pero que, como cualquier padre humano que se precie, también respeta profundamente nuestro libre albedrío y no nos coarta para que hagamos lo que él sabe que es mejor para nosotros, sino que, después de advertirnos hasta la saciedad, deja que nos pillemos los dedos en el quicio de la puerta para que la próxima vez podamos saber que “eso no se hace”.

    Dicho esto, ¿dónde encaja el poder de la oración? ¿Es una cuestión de puro “autoengaño”, de efecto placebo? La ciencia médica y la psicología modernas están en trance de desenmarañar los potentes vínculos que existen entre soma y psique, el cuerpo y la mente.

    No hace mucho que uno y otra se estudiaban como dos compartimentos estancos entre los cuales no había ninguna vía de comunicación posible. Hoy no está la cosa tan clara. Actualmente la ciencia ya ha demostrado que el estado anímico tiene repercusiones directas en la respuesta ante las enfermedades de origen infeccioso; de manera que una visión optimista de la vida conlleva unas buenas defensas ante las intrusiones de agentes patógenos y, viceversa, el pesimismo implica una depresión del sistema inmunológico.

    Por su parte, la sabiduría popular tampoco anda tan desencaminada. De todos es conocido el dicho según el cual «la penas, compartidas, lo son menos». Y es verdad, cuando alguien se ve acuciado por un problema, el solo hecho de explicarlo a otros hace que se sienta aliviado; con lo que se reduce la tensión que debe soportar y puede dedicar más energías a buscar una solución. Por no hablar del hecho evidente de que, al explicarlo, ya estamos poniendo en orden nuestras ideas, paso previo para la resolución del mismo.

    Y eso es la oración: el acto de compartir con Dios, el mejor Amigo y Confidente que jamás podremos tener; con la ventaja de que, al orar, nos hacemos conscientes de su presencia y ese solo hecho ya basta para añadir paz al espíritu atormentado. En consecuencia, la oración nos predispone al optimismo.

    (Continúa en el comentario siguiente).

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  9. (Viene del comentario anterior).

    Por un lado, nos hace conscientes de que estamos en presencia de Dios, nuestro Padre amoroso que sufre y se alegra con nosotros porque le importamos hasta el punto de que entregó a su Hijo para que pudiéramos tener una escapatoria a la catástrofe que se apoderó de este mundo. Por otro, el hecho de orar nos obliga a ordenar, ni que sea de manera instintiva, nuestras ideas y facilita la tarea de análisis de la situación, amén de que, como sucedería con cualquier otro ser humano, al compartirlas con Dios, nuestras preocupaciones ya no nos agobian tanto; lo que permite que podamos dedicar más energías a la resolución de los problemas.

    Una y otra cosa, si bien puede que no sean capaces de eliminar completamente la ansiedad, sí alcanzan a reducirla de manera sustancial, incrementando nuestro bienestar psíquico y, de rebote, físico. A partir de aquí, las leyes —conocidas y desconocidas— de la naturaleza harán el resto. Finalmente, si la situación se resuelve según lo deseado, será un logro directo del poder de la oración. Si, al contrario, la situación no acaba resolviéndose de acuerdo con nuestra petición, como cristianos, sabremos que no estamos solos y que, independientemente de cómo nos vaya en esta vida, nos espera un futuro infinitamente mejor; y ese gozo también cuenta a la hora de hacer el balance de la calidad de vida.

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  10. Sin comentarios, me ha parecido una reflexión propia del mismo Lewis, profesor en Oxfor y que seguramente no hubiera podido reflexionar de esa manera si lo hubieran "Institucionalizado"

    Solamente añadir una oración que realizó nuestro Jesús en Getsemaní, frente a la lucha de voluntades, Una oración sincera que no produjo los resultados que Jesús deseaba en ese momento pero que han salvado a la humanidad.

    Gracias Niel, por tu excelente aportación..

    Un beso

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  11. En la sección de hoy jueves, los autores comienzan uno de los últimos párrafos con una frase que me gusta mucho:

    "El hecho es que no comprendemos por qué en algunos casos vemos una intervención sobrenatural del Señor para la curación".

    Esta forma de mirar revela una comprensión sobre la intervención de Dios en las vidas de los creyentes que no es muy común en nuestras comunidades. Porque, normalmente, de lo que nosotros solemos sorprendernos es de que Dios no actúe cuando se lo pedimos. Cuando pasa lo que hemos pedido que pase, nos sentimos satisfechos: Dios nos ha hecho caso. Es casi como si dijésemos: Dios ha hecho lo que tenía que hacer. Nosotros hemos trazado el plan, y Dios se ha atenido a él. Con esta perspectiva de las cosas, ante una curación (provenga de Dios o no; ahí no me quiero meter ahora...) hay lugar para la alegría, pero no para la sorpresa. La sorpresa suele aparecer (junto con la tristeza y, a veces, incluso con la duda...) cuando Dios no hace lo que le pedimos. Es entonces cuando nos planteamos estas tres opciones, que tanto daño han hecho a tantos millones de creyentes:

    -No hemos orado con suficiente fe. La causa del problema, entonces, somos nosotros, los que oramos.

    -El enfermo no tenía suficiente fe. La causa del problema es, entonces, el enfermo.

    -No era la voluntad de Dios que el enfermo curase. La causa del problema es, en ese caso, Dios mismo, quien tiene sus razones para no haber actuado como necesitábamos.

    Cualquiera de las tres, cualquiera, sume al creyente en un estado de ansiedad tal, que acaba cuestionándose su forma de creer.

    Sin embargo, hay otra forma de mirar las cosas que, a mi entender, da mucho más sosiego, aunque sea a costa de olvidar esa falsa imagen del Dios onmipotente que nos hemos hecho. ¿Y si el problema no estuviese ni en los que oran, ni en el enfermo, ni en el propio Dios? ¿Y si el problema fuese nuestra propia existencia humana, preñada de mortalidad y de sufrimiento, ajenos ambos, por completo, a los planes de Dios? ¿Y si Él vino a decirnos, en Jesús, que esto es lo que toca ahora, pero que Él dirá la última palabra, como la dijo con la resurrección de su Hijo? La vida de Jesús nos enseña que Dios, para mostrársenos tal y como es, se hizo débil (y no "brazo fuerte y mano extendida") con los débiles; siervo (y no Señor de los cielos) con los que no se sienten dueños ni de su vida ni de su muerte; torturado y crucificado hasta la muerte (y no todopoderoso) con los enfermos y moribundos que ven el final del camino a la vuelta de la esquina. ¿Y si la revolución de Jesús fue mostrarnos a un Dios que no soluciona nuestros problemas sentado en su trono del cielo, sino que viene a padecer con nosotros nuestras miserias, nuestras enfermedades y nuestra propia muerte, y a mostrarnos con su resurrección que el mal y sus consecuencias no tendrán la última palabra?

    Si así fueran las cosas, las tres opciones que he planteado antes no tendrían cabida. Porque:

    -El problema ya no sería la falta de fe de los que oran, puesto que enfermedad y la muerte son connaturales a nuestra existencia humana.

    -El problema ya no sería la falta de fe del enfermo, pues puede saberse acompañado y consolado por un Ser que vive pegado a él y lo comprende porque pasó por las mismas miserias que él.

    -El problema ya no sería Dios, pues en Jesús nos mostró que la enfermedad y la muerte, aunque dueñas por ahora de la existencia humana, no tendrán la última palabra.

    Si Dios es como Jesús, la verdadera revolución del cristianismo es que tenemos un Dios débil, siervo y crucificado; y que resucitó de los muertos para dar esperanza a los débiles, siervos y crucificados que somos nosotros, a los que nos espera la resurrección y la vida cuando todas estas cosas, tal como las conocemos, pasen...

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  12. ... Sin olvidar que si la encarnación en Jesús fue más una humanización de Dios, que la divinización de un hombre, nuestro objetivo debiera ser perseguir una verdadera humanización, ser realmente humanos en la humanidad, y no una divinización para alcanzar lo sagrado y sus misterios, la salud milagrosa y la evitación de la muerte; es decir, si la meta del creyente es vivir su humanidad al estilo de Dios, su pretensión será ser apoyo de los débiles, siervos y crucificados, y convertirse, así, en verdaderamente humano, ofreciendo consuelo y esperanza y mostrando, de esa forma, el verdadero rostro de Dios...

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  13. ¡Yo tengo la esperanza de seguir vivo para ver cómo muere definitivamente la religión organizada! Molaría ver a la peña emancipándose en masa de la esclavitud mental, como diría Bob...


    Querida Yolanda:

    "La Fe es manantial de curación."

    Discrepo. La fe, para mí, es hacer una virtud del hecho de no pensar. Solo hay que ver lo desconectada que estás de la realidad para entender mi postura. La oración reúne cualidades positivas y negativas, y ya está. Yo, desde mi prisma de ateo, pienso que es perder el tiempo, y no por ello dejo de tener anhelos o dejo de desear el bienestar de otros seres.

    "Pues bien sabía El que hay personas que en el fondo son reacias a abandonar la seguridad que les trae el seguir enfermos."

    Cosas así preferiría no haberlas leído, por muy fundamentalista que seas... Como cuando Rubén, en otra entrada de este blog, dijo lo siguiente:

    "Jesús curó y sanó al que quería ser curado y creía en ello, ¿porque sanar a los demás, a todos infringiendo así el principio de la libertad? "

    No sé cómo alguien es incapaz de ver la corrupción moral intrínseca en este tipo de afirmaciones. En fin, perlas producto de la fe, ¡manantial de curación!


    Queridísimo Niel:

    Tú eres de los más célebres ofende-fácil, así que empiezo mi respuesta diciéndote que lo que escribo a continuación no es nada personal.

    "Finalmente, si la situación se resuelve según lo deseado, será un logro directo del poder de la oración."

    Te digo lo mismo que a Yolanda: ¡estás desconectado de la realidad! Es más, dentro de tu delirio, te diría que mirases con atención algunas cosas que dice Juan Ramón al respecto; hasta él sabe que la perspectiva que intentas defender no lleva a ningún sitio.


    Sobre la oración y la ciencia:

    La ciencia no puede investigar lo que ocurre en los supuestos planos espirituales, porque se salen del medio natural, pero si de alguna manera ese plano espiritual encontrase la forma de interactuar con el mundo físico causando en él alguna alteración, entonces el fenómeno sí que se podría analizar.

    Vamos a suponer que de buenas a primeras, los adventistas que han nacido en Zaragoza dejan de envejecer y empiezan a recibir bienes materiales que entran en la existencia sin ninguna explicación aparente. Esta hipotética comunidad adventista dice ser capaz de comunicarse con un ser superior y que éste responde a sus oraciones. Pues bien, si esto fuese cierto, aunque no pudiésemos entender cómo funciona la comunicación, sí podríamos verificar la relación directa entre ser adventista nacido en un lugar geográfico concreto y recibir esos dones.

    Desgraciadamente, el concepto "maño-divino" me lo acabo de inventar. No existe ningún pueblo en el planeta que reúna esas condiciones. Siempre que Dios interviene, lo hace de forma que su acto sea perfectamente coherente con las leyes de la naturaleza, es decir, lo que para un ateo/agnóstico en realidad es un hecho improbable pero posible, para un creyente es un acto de comunicación divina.

    ¿Por qué Dios nunca regenera los miembros amputados? Espero que esta pregunta les haga reflexionar.


    Querido Juan Ramón:

    "Deberíamos ser humildes y reconocer que la Biblia no es un libro de ciencia."

    Opción a.- Me alegro de que por fin reconozcas que el diseño inteligente (término chulo para enmascarar "creacionismo bíblico") es un fraude.

    Opción b.- ¡Qué hipócrita!


    ¡Besos a todos!

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  14. Ante lo dicho en este último comentario, ¿qué se puede razonar? Nada. A palabras filarmónicas, oídos pititifláuticos. Y es lo que pienso hacer.

    Saludos a todos cuanto se dignen leernos.

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  15. Que sepas, Anónimo, que a poco que te quedes por aquí corres grandes riesgos. Porque quien se pone en el ámbito de Dios, aunque sea con la autocalificación de ateo (¿qué es, por cierto, ser ateo? Hacer un acto de fe como el del creyente. El agnóstico sí que no necesita fe, porque se conforma con asumir que no tiene conocimiento de la existencia de Dios, por lo que no se moja. Pero el ateo se moja; escoge, toma partido por una opción de la que no puede estar seguro) se expone a sorpresas que pueden volverle del revés, como se vuelve un calcetín. Para mí, ya es un milagro que aún sigas por aquí. Doy gracias a Dios por ello. Y aunque sigues intentando meterme los dedos en la boca (¿hipócrita?), quiero aprender a mirarte con los ojos de Jesús, y comportarme de forma que sientas cercanía, y no rechazo. Mi temperamento no ayuda, y a veces tampoco me lo pones fácil. Pero es lo que pienso hacer, a partir de hoy.

    Y volviendo a la lección, en la sección del viernes hay una pregunta que me pone los pelos de punta. Que los autores piensen que aún hay que preguntar "El buscar salud y curación en la ciencia médica, ¿significa que no tenemos fe en Dios?" puede ser por dos causas:

    1. Los autores viven completamente ajenos a nuestra realidad comunitaria, y piensan que aún hay gente que podría plantearse las cosas así, cuando no la hay...

    2. Hay personas en nuestras comunidades que se plantean aún este tipo de preguntas, por lo que los autores tienen razón al plantearla, para nuestra propia vergüenza...

    La verdad es que, siendo el libro de Escuela Sabática una publicación oficial de la Iglesia Cristiana Adventista, no sé cuál de las dos opciones es peor:

    1. Porque si sigue habiendo hermanos nuestros que piensan que ir al médico a curarse es un signo de falta de fe, es que algo hemos hecho rematadamente mal...

    2. Y si lo que ocurre es que los autores viven ajenos a nuestra realidad comunitaria, ¿qué dice eso de los que nos dirigen...?

    A mí me da la impresión de que nos hemos vuelto todos locos...

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  16. No, Juan Ramón, no nos hemos vuelto locos. Sencillamente, es que somos humanos y estamos cargaditos de contradicciones. Esta es una de ellas; y la causa es que, de un modo u otro, el misticismo y la visión mágica medievales siguen impregnando nuestra “avanzada” sociedad occidental.

    Que tampoco hemos cambiado tanto en los últimos mil años. Si yo te contara lo que llegué a ver en mis años de comercial… A veces, como aquí, cuando bajamos la guardia, el sustrato místico-mágico reaparece y nos pone en un brete. Errare humanum est. No le des más vueltas: Los traicionó el subconsciente.

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  17. Buenas a todos, no he podido resistir entrar después de mucho tiempo, pero para aclarar una cuestión. Juan Ramón, creo entender en la reflexión de los autores de la Escuela Sabática una cuestión sobre la falta de fe si uno va a los médicos. Realmente hay que entenderlo ( esa es mi opinión ) desde el punto de vista de confiarlo todo a la medicina, dandole importancia vital de la sanación, al médico. Rechazando el individuo el poder de Dios.

    Creo firmemente en la oración sanadora, porque lo he vivído, en mis propias carnes, en una operación para quitarme un tumor benigno. Oré intensamente a Dios para que la cirujana que me operó fuese instrumento suyo. Oré diciendole a Dios que estaba seguro de despertar de la anestesia general que me hicieron, y en mi oración lo único que le pedía a Dios que me pudiese despertar de dos formas:

    1º Despertar viendo el rostro de mi mujer aquí en la tierra, por lo que alabaría su nombre.

    2º Despertar viendo el rostro de mi Jesús, por lo que alabaría su nombre.

    Cuando entré en la sala pre-cirugía, estuve una media hora solo mirando al techo y entonando himnos, por la paz que me dió el hacer la oración.

    Para mí esa fue una oración sanadora, ya me daba igual lo que iba a ocurrir posteriormente porque sentía que de una forma u otra iba a seguir alabando a Dios.

    A las personas que estan enfermas, les digo que vamos a orar por ellas pero también les digo que ellas deben orar por su salvación y para que Dios les de paz en esos momentos, la restitución siempre vendrá, de una forma u otra si estamos en armonía con Dios, la restitución siempre vendrá.

    Pero lo dicho Juan Ramón, entiendo la pregunta del viernes en este sentido, confianza plena en Dios y no en los médicos, agradecimiento siempre a Dios y no a los médicos ( a pesar de que ellos seán quienes nos den lo que necesitamos para ser restaurados ). Cuando comenzé a abrir los ojos en el quirófano, mi cuerpo estaba dormido, pero mi mente comenzó a racionalizar las cosas, sentí el dolor del último punto que me dieron y pude decir "Gracias Dios mío y gracias a los médicos que habían" no sé si esta pequeña semilla de agradecimiento público pueda florecer ( espero que más que los brotes verdes de la ministra jeje ) porque eso le compete al Espíritu Santo, pero es cierto que en esos momentos yo solo sentía paz y felicidad en mi interior.

    Que Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga.

    P.D. Diegooooooo hermanoooooo he vuelto jejejejejej un saludo a todos.

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  18. ¡Juan Ramón! ¡Hola!

    Tarde, pero llegó.

    JR: "¿qué es, por cierto, ser ateo? Hacer un acto de fe como el del creyente. El agnóstico sí que no necesita fe, porque se conforma con asumir que no tiene conocimiento de la existencia de Dios, por lo que no se moja. Pero el ateo se moja; escoge, toma partido por una opción de la que no puede estar seguro"

    Para empezar, te diré que ateísmo y agnosticismo no son términos autoexcluyentes. Ser ateo, teísta, deísta o panteísta tiene que ver con lo que crees, mientras que ser agnóstico o gnóstico tiene que ver con lo que conoces o sabes. Por lo tanto es posible ser ateo y agnóstico al mismo tiempo, es decir, no creer en Dios a pesar de no saber si existe o no.

    Lo de que los ateos hacemos un acto de fe como el creyente no es verdad. Es una falacia muy típica de los cristianos y lo he visto mucho por aquí y en 2a1/2luz; personalmente pienso que la repetición sistemática de esta mentira se debe a lo comprometedor que resulta para la mentalidad del creyente el explorar tal afirmación.

    Ser ateo no tiene que ver con la fe, sino con el escepticismo. Ante cuestiones como los orígenes de la vida o los orígenes del Big Bang, mi postura es "no lo sé". Me parecen interesantes las hipótesis de la singularidad y la abiogénesis, pero no dejan de ser hipótesis (te acuerdas de la diferencia entre teoría e hipótesis en términos científicos, ¿verdad?). Ante la posibilidad de que todo exista gracias al capricho de un creador o del azar, mi postura es "no lo sé". Ante la posibilidad de que todo exista gracias al Dios de la Biblia, mi postura es que no hay ninguna buena razón que me lleve a creer tal cosa.

    Que no me trague las paridas de tu libro sagrado o de cualquier otro no es una cuestión de fe, Juan Ramón.

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